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La Mariposa Azul - por coraline1331

Hiyuu Takada se proclamaba él mismo como el Rey de las Mariposas.
Eran sus compañeras leales y obedecían todas sus órdenes. Danzaban para él en los días aburridos, le hacían compañía. Pero lo que más le gustaba a Hiyuu era escuchar las magníficas historias de la Mariposa Azul. Esta solo aparecía en verano en un pequeño rincón del cementerio. Durante tres años había escuchado sus cuentos escondido entre las lápidas por temor a que la mariposa se asustara, pero se había cansado de tener que esperar todo un año para volver a escucharla. Esta vez no se le escaparía, la atraparía, la tendría para él durante todo el año y podría escuchar sus historias todas las noches por el resto de su vida.
Por fin había llegado el día. Siempre la misma fecha y misma hora, 26 de Agosto a media tarde, en el cementerio de Takayama, cerca del Templo.
Este año no había sido un buen día para Hiyuu, los chicos lo habían acorralado y le habían atizado como nunca lo hubieran hecho antes. Para colmo, al llegar a casa con el ojo hinchado sin poder ver, su padre lo castigo por haberse metido en líos. Le obligo a barrer, quitar el polvo una a una cada botella, recoger el almacén y hacer el reparto de Sake de la semana. Consiguió terminar lo más rápido posible y sin apenas aliento se tumbo entre las lápidas con un cuenco de cristal esperando a la Mariposa.
Esperó y escuchó con alegría la dulce voz de la mariposa. Se atrevió a asomarse y la vio danzar no muy lejos de donde se encontraba. Decidió ir tras ella, pero sus nervios lo traicionaron tropezando con una enorme roca, cayendo al suelo y rompiendo así el único frasco que poseía para capturarla. En su interior creció una furia desmedida. Recogió del suelo aquella roca, busco furibundo con el ojo sano la mariposa y arrojó la piedra con todas sus fuerzas con la esperanza de aplastarla. Al segundo fijo su mirada en aquella dirección, su mirada se tiño de rojo y se acerco tímidamente hacia donde se encontraba una mujer de edad avanzada, tumbada sobre una pequeña lápida, ahora bañada en sangre y flores frescas. Tenia la cabeza apoyada sobre un viejo libro de cuentos, que Hiyuu recogió sin dudarlo. La miro y de sus labios salio un gemido -"La Mariposa Azul…"-. Abrazo con fuerza el libro, sus lágrimas humedecieron las páginas de este y Hiyuu, huyó.
Pronto se supo de la muerte de Eiko Momoi, una famosa escritora en Japón muy querida en el pueblo de Takayama. Iba todos los años de vacaciones y a visitar la tumba de su hijo. Ella en el aniversario de su muerte, se acurrucaba en su lápida y le contaba aquellos cuentos que ella había escrito solo para él.
La policía había encontrado la roca con la que había sido golpeada, y no muy lejos una vieja bicicleta oxidada con un par de cajas de sake, que relacionaron rápidamente con el padre de Hiyuu. El pueblo estaba revolucionado, nadie se podría creer que Katsuya Takada fuese un asesino. Comenzaron las conspiraciones y acusaron a la nuera de Eiko de ambiciosa y sanguinaria, ya que heredaría la fortuna. También denunciaron al señor Masato, un escritor frustrado que había estado agobiando a la señora Eiko durante su estancia para que leyese su obra y que había sufrido una fuerte discusión con ella el día anterior a su muerte. Aún así la policía tenía como principal sospechoso a Katsuya y Hiyuu no sabía que debía hacer.
Habían arrestado a su padre y llorar no le serviría de nada. Había hecho algo terrible y no lo supo afrontar. Se sentía culpable y avergonzado. Él nunca habría querido aquello. ¿O si?. Tenía el libro, podría leer las historias tan reconfortantes para siempre, es lo que él había deseado. Escuchó de nuevo como lloraba sin consuelo su madre, repaso los bordes del libro una vez más con cariño y se dirigió al cementerio.
Se encontraba delante de la lápida cubierta de sangre, -"Esto es lo que debo hacer"-.
Le devolvió el libro al hijo de Eiko, ya que siempre fue suyo, esas historias eran para él, y por mucho que Hiyuu fuera el Rey de las Mariposas, jamás le pertenecería la Mariposa Azul.
Hiyuu se sintió más desgraciado que nunca, pidió perdón en silencio y entre sollozos corrió a salvar a su padre con la verdad, sin mirar atrás.