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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Manuscrito - por Ivan

1

La algarabía que se había arremolinado en el exterior tenía visos de convertirse, al menos durante un par de días más, en la tónica de aquél rincón de montaña. Las posadas y hostales vivían de los últimos coletazos del turismo, unas semanas atrás volcado en el trekking y ahora devorando hasta el último detalle que pudiesen sonsacar del policía de turno. Cuando el oficial de distrito la envió allí pensó que se trataría de un turista descalabrado por algún desfiladero, pero la sorpresa al leer el informe preliminar fue mayúscula. Fumiko Takahashi, la famosa escritora, había muerto. Uno no espera ver a un famoso con la columna partida en dos y una roca donde antes había su rostro. Incluso había leído alguna de sus novelas. Tras dos días examinando hasta el último pelo hallado en la recóndita hoja del enésimo arbusto, haciendo suyo hasta el último guijarro del barranco por donde se había o la habían despeñado y diseccionando hasta el último sospechoso, estaba hasta las pelotas. Y eso sin nombrar aquellos incansables micrófonos exprimiendo hasta el último rastro de noticia.

– ¿Entonces quién crees que la empujó?

– Con lo que tenemos podría haber sido hasta el perro del posadero. Sea como sea, esperaremos a que llegue el informe de la autopsia.

– Llevamos dos horas comiéndonos los mocos y el puto forense tocándose los huevos.

– Cálmate Ned. Con suerte nos dirán que había trazas de no se qué droga en su sangre o que ha sufrido una embolia cerebral. Algo por el estilo.

– Pues yo creo que su agente literaria tiene algo que ver. Me parece sospechoso que no quisiera enseñarnos las pertenencias de su jefa.

– Bendito sea el que inventó la orden judicial.

– Anda que no rellenaran huecos para dar con el titular más rocambolesco. Saldrá alguien diciendo que su padrastro la maltrataba de pequeña y eso la había llevado a las drogas y estas a lanzarse por el barranco.

– Lo que si sabemos es que estaba acabada. Sin un duro, que no había escrito nada bueno desde hacía diez años, que no salía de casa y cosas de esas.

2

Tras hojear durante unos minutos el informe una idea empezó a perfilarse.

– Ann, ¿qué dice el forense?

– Pues que estaba más limpia que la sala de autopsias. Nada de drogas. La clave está en el glioblastoma multiforme. Un tumor maligno incurable. El forense ha consultado informes médicos de la paciente y se le había advertido que apenas le quedarían unos doce meses.

– Está claro entonces. No se ha encontrado ni un indico de asesinato ni pruebas de que hubiese alguien más allí. Y ahora esto. Empezaré con el papeleo, a ver si damos carpetazo a esto cuanto antes. Te encargarás de las pertenencias. ¿Conforme?

3

Habían pasado varias horas desde que había terminado el manuscrito de Fumiko. Aún no podía resarcirse de lo que había leído cuando entró una quinceañera, la agente de Fumiko y un policía. Tras cortesías y protocolos, se quedó a solas con la agente literaria. Ella sabía qué había detrás del asunto.

– Sabemos lo del tumor. Usted, desde el principio, supo que había sido un suicidio. ¿Por qué no colaboró antes?

– ¿Ha visto el mundo en el que vivimos? Pagan cifras astronómicas simplemente por explicar si te has acostado con tal persona. Si tu pareja se ha suicidado o si fue un exceso de drogas. Su muerte será carnaza para cualquier plató. Cuanto más misterio, más se puede estirar el chicle. ¿Sabe qué? Me han llegado más de cinco ofertas con más de cinco ceros en apenas dos días.

– Sólo piensa en las tertulias en las que participará a costa de Fumiko? No me lo creo. He leído el manuscrito.

Se hizo un silencio incómodo. La agente retomó la conversación.

– Usted qué haría en su situación? Bancarrota. Un tumor incurable y un marido que se esfuma de la noche a la mañana. La crítica vapuleándote desde hace años. Una hija con sus necesidades, que debe comer, estudiar y un techo donde dormir. Ese manuscrito y lo que rodeará su publicación es el legado y el futuro de la chica.

Una vez sola, lo único que le venía a la mente eran aquellas palabras que remataban el relato que había leído. .