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Una tarde para querer olvidar - por SaulOnLinux

En mitad de todo el bullicio aún se podían escuchar las sirenas y las voces del gentío, apenas quedaban días para la tranquilidad y belleza que el frío invernal solía empañar cada año al pueblo, una fina y hermosa capa nevada que cubría la cima de la montaña, dejándola accesible solamente para los más curiosos y experimentados del lugar. La verde estepa que con frecuencia se podía contemplar desde colina abajo había sido teñida de la sangre de aquella escritora. Muchos niños de corta y mediana edad quedaron horrorizados ante tal revuelo mientras que un padre desconsolado y su hija Ana de tan sólo once años apenas podían mediar palabra. La grande y protectora mano de su padre transmitía seguridad, intentaba darle el consuelo y la templanza que necesitaba aunque su cara no pudiese más que reflejar un tremendo vacío y pesadumbre. Estos sentimientos se vieron interrumpidos cuando un policía les espetó que se alejaran de la escena. Ana se abrazó fuertemente a su padre y juntos retrocedieron unos metros atrás. Sebastian, que así se llamaba el padre, había conocido a la fallecida durante su estancia en el pueblo. Ana fue adoptada por Sebastian a la temprana edad de seis años, había crecido con una buena educación y la fuerte figura de su padre, sin embargo Sebastian sabía que nadie puede sustituir el amor de una madre. Hasta el día en que se sus caminos se encontraron en los pedregosos caminos del pueblo, fue algo mágico. El amor y el cariño habían florecido al igual que los cerezos en primavera tan sólo después de intercambiar algunas palabras y opiniones. Ella era escritora, él era comerciante, él tenía una hija y ella siempre había deseado formar una familia pero llegó a convertirse en una escritora de renombre y el trabajo siempre la mantuvo apartada de sus otras aspiraciones en la vida. De pronto unos fogonazos de luz comenzaron a iluminar el lugar, convirtiéndose en un extraño juego de brillos y luces. Eran los periodistas que se movían de un lado a otro buscando información al igual que los buitres son atraídos por la carroña. Uno de aquellos buitres consiguió atisbar a su presa, acechaba desde lejos a Sebastian y Ana y no dudó ni un segundo en acercarse a ellos, detrás de él le siguieron media docena más de cronistas y articulistas. Comenzaron a hacer preguntas a discreción, querían conocer más, ansiaban la verdad y les picaba tremendamente la curiosidad. Ana estaba asustada y se abrazaba aún más fuerte a su padre, este intentaba salir del paso emprendiendo la marcha colina abajo, alejándose lo más posible del lugar. Y así se sucedieron los diez minutos siguientes hasta que llegaron a su habitación en un hostal que habían alquilado por 20€ la noche. La comida no era nada cara y disfrutaban de los platos típicos del lugar. La tarde dio lugar a la noche con el transcurso de las horas y llegado el momento de ir a la cama, Ana no logró pegar ojo, la invadían los recuerdos, las noches en las que aquella mujer le había estado contando historias antes de dormir o las tardes en que ella pasaba frío y allí estaba ella para darle un fuerte abrazo y ponerle un jersey de cuello alto de lana. En tan sólo cuestión de horas no le quedaba más que esos recuerdos que con mucho cariño y angustia atesoraba en lo más profundo de su corazón. A la mañana siguiente la policía intentaba esclarecer los hechos, sospechaban de un hombre al que algunos lugareños habían visto con ella dos horas antes del suceso. Nadie lo conocía, no sabían quien era, no poseía el más leve signo de identificación aunque por su acento se podía concluir que era extranjero. Lo llevaron a comisaría, lo interrogaron y después de varias horas… finalmente confesó…pero no el crimen, sino que había estado perdidamente enamorado de la fallecida desde el instante en que la vio, entonces… ¿quién podía haber sido?. Los policías seguían más desconcertados pero no tardaron en atar cabos cuando el hombre advirtió de que no le dijesen nada a su mujer. Rápidamente se desplazaron de la comisaría y buscaron aquella mujer en cada recoveco del pueblo pero no la encontraron. Una semana más tarde su cuerpo fue hallado en un acantilado. El asesinato se le atribuyó a la mujer del acantilado, jamás se supo por qué lo hizo, la policía declaró que el móvil del caso habían sido los celos.