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El manuscrito Alfa - por Early Bird

HALLADO EL CADÁVER DE LA FAMOSA ESCRITORA JAPONESA AKIKO FUJIWARA EN LOS ALREDEDORES DE MOUNTAIN-HIGH

El pasado miércoles 15 de septiembre fue hallado de madrugada el cuerpo sin vida de la exitosa escritora Akiko Fujiwara en las inmediaciones de Mountain-High. Fuentes oficiales afirman que en el lugar se encontraron varios objetos personales de la fallecida entre los que destaca un manuscrito firmado por la escritora nipona aún sin publicar. Aunque la policía dice no descartar ninguna hipótesis, todo apunta a que podría tratarse de un suicidio ya que el cuerpo no presentaba signos de violencia.
Fujiwara era originaria de Hokkaido, Japón y veraneaba todos los años en Mountain-High un pequeño pueblo de la montaña…

Ha muerto… Había repetido esa frase en mi mente una y otra vez durante las últimas 24 horas y aún no podía creerlo. Aún seguía esperando a que el teléfono sonara como cada sábado por la mañana. Yo lo descolgaría y escucharía la voz cándida de Akiko metiéndome prisa para que bajara a la cafetería donde, entre dos tazas de café humeante y dos porciones de la mejor tarta de queso de la zona, me pondría al día de los últimos avances de su novela. Pero aunque mi mente se empeñaba en crear falsas ilusiones el dolor sordo y agudo que sentía en el corazón desde el día anterior, cuando tras volver de mi viaje a la ciudad me enteré de la noticia, me traía de vuelta a la realidad. Ya no habría más llamadas para ir a tomar café, ni paseos por el monte para hablar de nuestro día, ya no habría nada de eso porque Akiko Fujiwara se había ido para siempre.
Me levanté del sofá y me dirigí a la calle con las llaves del coche en la mano. Necesitaba salir de esas cuatro paredes o me iba a volver loca. Mientras caminaba hacia mi Yaris pensé en la primera vez que nos vimos.
Nos conocimos cinco años antes, a finales del mes de junio, cuando cansada de la gran ciudad y de la truculenta vida personal que en ella había llevado me mudé a Mountain-High en busca de la paz interior. Tras dar miles de vueltas por el pueblo sin saber donde estaba estacioné enfrente de la casa que desde hacía 8 años la Sra. Fujiwara alquilaba todos los veranos del 1 de junio al 30 de septiembre. Bajé del coche maldiciendo el GPS que me habían vendido tres días antes en unos grandes almacenes de la ciudad asegurándome que con él llegaría a cualquier parte del mundo. No sé si por pena o por curiosidad por la forastera malhablada que acababa de perturbar su tranquilidad Akiko se acercó y amablemente me ofreció una taza de café. Recuerdo que estuvimos toda la tarde hablando y bebiendo un riquísimo café turco que una amiga suya le había traído de visita unos días antes. Al llegar la noche me acompañó al que a partir de entonces sería mi hogar dulce hogar y me ayudó a desempaquetar las escasas pertenencias que había traído conmigo. A partir de ese momento se repitieron muchas más tazas de café y largas charlas durante los atardeceres de los meses de verano que poco a poco fueron afianzando nuestra amistad.
Cuando recuperé la plena consciencia de lo que hacía me di cuenta de que me encontraba en el aparcamiento del “Café de Harold”. Salí del coche y entré en la cafetería aún inmersa en mis pensamientos. Cuando me encontraba apurando la taza de café caliente que había pedido noté que alguien se detenía a mi lado. Era Lily. Su expresión me alarmó. Estaba pálida y con unas ojeras que revelaban que no había dormido durante días. Antes de que pudiera preguntarle qué pasaba un murmullo apenas inaudible salió de su garganta
-Aquí no- dio media vuelta y desapareció por la puerta. Me incorporé de un saltó y la seguí hacia el exterior del local. Una vez fuera, continuamos andando sin mediar palabra hasta llegar donde se encontraba estacionado su coche. Nos metimos dentro y esperé paciente a que comenzara a hablar. Cuando lo hizo, su voz sonaba más débil, si cabe, que hacía 5 minutos.
-Toma léelo, llegó el miércoles pero como te fuiste a la ciudad no he podido dártelo antes.- Miré sin comprender – Cuando abrí el papel se me heló la sangre. En él, diez palabras que cambiarían mi vida tal y como la concebía hasta el momento: “Me van a matar. Luego irán a por ti. A”