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LA ÚLTIMA PÁGINA - por SilviaGJ

Era otro día más de trabajo. Los vaivenes del coche no ayudaban mucho a mantener el café en el vaso cuando se lo acercaba a la boca pero sin su dosis mañanera no sería capaz de procesar todo lo que le esperaba en Benasque. Raúl, su compañero, tampoco había dicho nada en todo el viaje. Dos horas callado y sin desviar la vista un solo minuto de la carretera. Unos kilómetros antes de llegar llamó María, la inspectora más joven de la comisaría.

-Hola David, ¿qué tal ve ese viaje?

-Bien María, ¿te ha llegado ya el informe?

-Sí, si, me lo ha pasado el comisario. Se tiene que ir a preparar la recepción del Ministro, que te recuerdo que viene mañana. O sea, que si no tienes inconveniente te cuento yo lo más importante.

– Ojala siempre fuera así- dijo David riéndose- me resulta más fácil empezar el día con una voz femenina hablándome al oído, te lo puedo asegurar.

– Bueno, bueno. Vamos, que el tiempo apremia. Tu víctima, como ya sabemos, es de nacionalidad japonesa, escritora afamada, 50 años, pasaba unos días por el Pirineo, soltera y sin hijos. No era la primera vez que venía por aquí. Otra japonesa enamorada de España como ves. Siempre viajaba por esta zona. Hay registro de alojamientos pero me llama la atención que eran todos de baja categoría tipo albergues, pensiones, habitaciones. Sin embargo, su cuenta corriente le daba como para comprar todos ellos y unos cuantos más.

– Un dato curioso, desde luego, lo tendremos en cuenta. Pero ¿por qué vendría tanto a España y en concreto al Pirineo? ¿Qué buscaba?

– Para inspirarse. Es lo que haría yo si tengo que escribir un libro que están esperando cincuenta millones de fans. – dijo de repente Raúl, con voz tosca.

-Desde luego Raúl, eso es lo que harías tú, no lo pongo en duda, pero en el caso de Nika, con tanto dinero, no tiene mucho sentido.

-Será lo típico del escritor que se mete en sus mundos para experimentarlos ¿no? Igual su novela va de un asesinato en un albergue– parecía que Raúl había despertado definitivamente de su letargo.

-Gracias María. Estamos llegando. Ah, dile al comisario que le deje algún canapé al ministro- comentó David en tono irónico.

-Si claro, de tu parte-respondió María con una carcajada- hasta luego chicos, que vaya bien.

Aparcaron en la plaza, como se hace siempre que vas a un pueblo pequeño, aunque en esta ocasión con la dificultad añadida del montón de reporteros y televisiones que estaban cubriendo la noticia. Al salir del coche David notó que todas las miradas se clavaban sobre ellos. Se acercaron al albergue dónde había sucedido todo. Allí, en el jardín trasero, estaba tumbado el cuerpo de Nika. Sin signos de violencia. Mientras Raúl tomaba las fotos, David observaba como su mano derecha agarraba un libro entreabierto. Con mucho cuidado lo saco de entre los dedos agarrotados.

-¿Qué pasa? ¿Qué miras?- dijo Raúl acercándose.

-No sé. Creo que esta era su siguiente novela. Esa de los cincuenta millones de seguidores- contestó

-¿En serio?- respondió Raúl sorprendido- Déjame verlo –tras echarle un vistazo rápido le devolvió el libro a David- ¿Te has dado cuenta que la última página está en blanco? ¿Qué no hay final?

-Según lo que contó la prensa el último contrato le iba a suponer un pequeño ingreso en sus arcas de treinta millones de euros. Casi nada. Se rumoreó también que tenía una cláusula por la cual no podría escribir más libros en su vida. Y si el libro no tiene final escrito es que no lo ha terminado ¿no? Un libro sin final es un libro abierto.- Raúl comenzaba a mostrar su fascinación por el caso.

Bueno Raúl, el final está escrito –contestó David- Lo ha escrito ella. El final del libro es su final. El mejor final para ella. Pone fin a su obra y a su vida. A la escritora y a la persona. Cumplió su contrato. Nika puso el punto final.

Los dos hombres miraron hacia el cuerpo yaciente de la escritora. Una atmosfera de lástima sobrevoló el ambiente. Tras observarla unos segundos más salieron del albergue y comenzaron el retorno a la ciudad. Una vez que dejaron atrás el pueblo, ya en la distancia, Raúl preguntó:

-¿Y cuál era el título de la novela?

-La última página- contestó David, y el mismo silencio que se hizo les acompañó todo el viaje de vuelta.