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Dream - por Cory Fran

Hacía tanto tiempo que no recibía correo… Acostumbrada a ese olvido, a ese sin sentido al que la gente llama vida, esperando al gélido beso de la infinita oscuridad, no sabía qué hacer. Solo me quedé mirándola, sujetándola con miedo entre mis viejas manos. El sobre estaba amarillento y olía a humedad. Dentro encontré una partitura y un billete de tren caducado hacía más de 30 años.
Miré la partitura con detenimiento, sólo era un pequeño trozo de una gran composición. Detrás había algo escrito, había fingido no haberlo visto al principio. Me daba tanto miedo saber la verdad…

“Corinne, tú siempre observando a una distancia prudente… Cada día parecía como si no te movieses, pero siempre estabas más cerca.
Creía tenerlo todo, pero me di cuenta de que no era así, porque no podía tenerte.
¿Nunca te has parado a pensar que quizás, esto sea todo un sueño, que formes parte de mi sueño y yo del tuyo? Como una cadena sin fin del alma abrazando la mente del otro.
Ojalá.

Me voy a Paris. Tengo varios conciertos en Châtelet.
Esto es para ti. Es el final de lo que he estado componiendo y nunca estará completo sino vuelve a mí. Te elijo a ti, Corinne.

¿Sería capaz de pedirte que vengas a buscarme? No.
Sé que te hará feliz, John es un buen hombre.
Mi egoísmo solo me deja pedirte que pueda decirte un último adiós.
Si me encuentras, abrázame y no digas nada. Quizás así entienda este sueño que he adornado con palabras, que soy capaz de decir, pero no de entender.
Esto es solo un sueño.
Al menos eso me obligo a creer.
William H.”

Esa carta tenía más de 30 años. ¿Cómo debería reaccionar? Ya había olvidado. Lo había conseguido. Un fallo en la correspondencia había cambiado mi vida, mi forma de pensar. Le había odiado tanto, pero me había elegido a mí, y no a su música, su pasión, su piano.
La búsqueda fue más sencilla de lo que pensé, ella me encontró antes.

-Siento haberle creado tantos problemas estos días, Señora Corinne. Mi padre, me dio esto para usted. – Anna, era la hija de William, ella fue quién me envió la carta. Me entrego el resto de la composición. Abrace aquellas partituras con delicadeza. “Dream”, así lo había titulado.
Estaba tan feliz, confusa y apenada a la vez, que me costaba respirar. Anna me explicó, que William había pedido a su madre, que en aquel entonces eran grandes amigos, enviase la carta por correo. Él no disponía de tiempo suficiente por culpa de su trabajo y confiaba en ella.
Pero celosa la guardo todos estos años y no fue hasta el día en el que William falleció, que sintió remordimientos. Pues él, me había estado llamando entre sueños su última noche.

-Anna, ya estoy vieja para guardar rencores. Solo quisiera ir a ver la tumba de tu padre.- Ya no se podía hacer nada, no merecía la pena, había pasado demasiado tiempo.

Y allí estaba, delante de aquella fría e inerte lápida. El sonido del piano brotaba en mi cabeza y explosionaba en mi corazón. Me arrodillé para estar más cerca suyo y le susurré apenas.

– ¿Sabes? Esta noche soñé con un manto de estrellas. Como pequeñas velas, fui apagando una a una. Un soplido en forma de beso. Una caricia en forma de despedida.
No sabía que pasaría al extinguirlas todas. Tenía miedo, pero seguí obsequiando al cielo con mis besos. Hasta la última.
La luz se extinguió y solo quedo la nada, lo oscuro, lo inexplicable, el vacío….
Pero una luz cegadora que provenía del algún rincón de la conciencia me hizo cubrir mis ojos.
Mi cuerpo empequeñeció. Me abracé a mí misma, pues esa luz era aterradora. Tan cálida y dulce que me hizo retener el aire durante un instante al sentir su presencia. Me di cuenta de que esa luz, eran mis sentimientos hacía ti William. Florecieron después de haberlos ocultado durante tantos años. Sólo te pido que si me encuentras, me abraces y no digas nada. Quizás así podamos entender los dos este extraño sueño y despertar juntos por fin.