Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Querido papá: - por Nerbec

"Papá:

Viajé, amé, viví. Siento haber roto tus sueños, se que aún siendo superficiales eran reales, en tu triste realidad de ser quién no eres, papá, rompí todas tus expectativas y siento pena, por ti. Por tu fortaleza supe que jamás me dejarías solo, que lucharías por que me integrara aquí, en lo que muchos llaman vida. Pero para mí no era vida, papá. Necesitaba aparcar todo, dejarlo todo…dejarte. Y por fin sentí, lejos de ti, de ellos, que era yo. Yo y este trocito de mundo que me ha tocado vivir, en ese arcoíris que todos buscamos. Siento no haber sido ninguno de los colores que querías, no haber sido rojo, verde o amarillo. Fui la oveja negra, luché contra Satanás sin cuernos, contra Dios, también luché. Y hablando en primera persona me acerco a eso que llaman infierno…¡pero a la vez al cielo! Cuántos sueños dejé escapar por tu manía de ser. Pero papá…¡lo siento tanto! Te decepcioné, lo lamento cada día que sonrío por haber decepcionado a quién no quería que fuera. No obstante cada día que vivo te quiero. Deseo cantarte todo lo que viví:

Una lágrima caía lenta
por el manantial de la vida
que hoy tanto lamenta la huida,
huir de tus fuertes brazos
que tanto me protegieron
de ser quién realmente siento,
y buscaron al ser amado,
lejos de no ser olvidado,
solo quería vivir,
viajar…tal vez sonreír.

Respiré tantas veces, padre. Tantos días suspiré al aire, que olvidé el término de expulsarlo. Intenté solamente inspirar, y perdí la conciencia de ti, de todo, de todo menos de mí, pude ir hacia un camino, que tú no deseabas para mí, pero fui. Siento haber roto todo lo que planeaste en el ejercicio de tu experiencia. Pero era y es vacía, y no es que la mía esté llena pero al menos está, papá. No quiero que me olvides, porque te quiero. Amo todo lo que te compone y me apenan tus sueños rotos, tu vida desperdiciada en hacer para no ser nada, para no ser, no existir, no permanecer. No quiero que me perdones, pero te pido perdón. Por no alegrar tu vida, por ser causa de tanto dolor. Mira, papá, me cuidaste como nadie lo haría jamás, tal vez otro padre a otro hijo, pero a mí solamente tú. Fuiste todo, fuiste todo para mí, lo juro. Pero un día respiré y encontré otro sentido, otro camino lejos de este que todos trazaban para mí sin muchos ser conscientes de que lo hacían. Necesitaba escapar, tal vez de todo para encontrar, a la vez, todo. Encontré sentido a cosas que antes no tenían más que sentido burocrático…¡y qué significa burocrático! Lenguaje convencional para poner nombre a la nada. Al camino que seguimos tantos seres humanos para no ser más que fronteras y falta de humanidad. Te quise cada día de mi vida y aun te quiero, eso tienes que saberlo, ser completamente consciente de que no quise decepcionarte, ni lo hice por egoísmo. Solamente quería vivir, papá. Y eso provocó mi huida. Huí de ti, eso es cierto, pero también hacia mí, y espero que algún día puedas entenderlo, estar orgulloso de mí, sin que eso implique términos como “profesión”. Solamente quería acercarme a mí, para estar más cerca de ti. Es algo extraño que para alcanzar el amor tenga que hacer daño a tantas personas amadas…pero necesito acercarme, papá. Para quererte, para adorarte, para comprenderte. ¿Lo entiendes? Espero que algún día puedas. Estas letras no son más que cobarde despedida, incapaz de mirarte a los ojos sin derrumbarme, te digo adiós, lo siento, te quiero. Pero a la vez sé que me comprendes, que en lo más profundo de tu ser, a pesar de que tu ego te diga: “¡¡Ódiale!!”, comprendes que te quiero, que lloro mientras escribo, que solo quiero aprovechar la vida que un diecisiete de enero me diste. No puedo encontrar forma mejor para aprovecharla que vivir, y eso es lo que pretendo.
En cada minuto de mi vida te amaré, por regalarme la vida.

Te quiero,

Tu hijo, Rubén.”

Rubén Palomares murió en 1982, con veintiocho años, tras uno de enfermedad. Hoy un viejo de noventa años llora sobre una carta. Y las lágrimas caen en su comisura…El viejo Rubén sonríe y por primera vez en treinta años abraza a su hijo…pero tan solo tiene la risa para reflejar el abrazo más verdadero que jamás dio a alguien, a su hijo, a su pequeño Rubén.