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Disculpe Señor Presidente - por Peckel Nayer

Junio de 2011. Palacio del Eliseo (Francia) – 23:00 PM

Ordenó que no le molestaran y se adentró en la estancia. Tras cerrar la puerta del despacho presidencial se acercó a su mesa y dejó caer su cuerpo sobre el sillón presidencial tal y como cae un boxeador noqueado sobre la lona. Recogió la placa que le identificaba como Presidente de la República Francesa y acarició el nombre de izquierda a derecha, un gesto sencillo pero que le ayudaba a relajarse. Las palabras “Nicolás Sarkozy” componían la inscripción que decoraba la placa.

Señor Presidente – Interrumpió el jefe de seguridad tras golpear levemente la puerta del despacho.
−Ahora no Gerrard, sea lo que sea podrá esperar hasta mañana− Contestó el Presidente.
−Señor Presidente, creo que debe ver esto. Es importante – Insistió Gerrard.
Suspiró profundamente y le invitó a entrar. – Pasa…

El jefe de seguridad accedió a la estancia y se dirigió con pasos ligeros y uniformes hacia el escritorio del Presidente. – Perdone que le moleste pero uno de los empleados de la limpieza ha encontrado una carta con el sello presidencial debajo uno de los muebles de la sala de reuniones de la tercera planta…
−¿Y por eso me molestas? Gerrard, ha sido un día jodidamente largo y…
−Señor, es el sello presidencial de Valéry Giscard d’Estaing, uno de sus predecesores – le volvió a interrumpir.

El sistema nervioso del Presidente actuó por acto reflejo ensombreciendo su rostro y tensando cada uno de los músculos de su cuerpo. Solicitó con un gesto que le entregara el sobre. Una rápida inspección ratificó que era una carta sellada con el emblema de Valéry Giscard, no cabía duda alguna. Estaba amarillenta y húmeda en la mitad inferior derecha. El sobre debía llevar mucho tiempo debajo de aquel mueble.

Sin más dilación, lo resquebrajó para hacerse con el contenido. Tan solo encontró una página húmeda doblada por la mitad con un breve texto escrito a mano e inició su lectura.

“Estimado colega,

Si he conseguido mi objetivo, estarás leyendo estas líneas al poco de iniciar tu andadura como líder de nuestra estimada República.

Debes saber que te escribo como Presidente, pero también como un ciudadano francés que desea lo mejor para sus compatriotas.
Nuestro Servicio de Espionaje me ha facilitado un informe perturbador. Al parecer se ha instalado en Francia una asociación secreta que pretende acabar con nuestro estado del bienestar. Sabemos que ya se habían infiltrado antes en Alemania y en España y ahora han conseguido traspasar nuestras fronteras.

Quieren eliminar de una tajada las clases medias, no solo de Francia sino de Europa entera, y volver a un nuevo sistema feudal en que el pueblo se empobrezca a costa de mantener a la alta burguesía o en este caso, a la clase política. Saben que no pueden hacerlo por la fuerza así que están diseñando un complejo entramado económico y político que sumirá Europa entera en una crisis sin precedentes.

Están formando a los que será los líderes europeos del futuro. Si no ponemos remedio, durante la primera década del siglo XX habrán conseguido su objetivo.
Saben que conocemos sus planes así que es cuestión de tiempo que me quiten de en medio. Por ese motivo recurro a ti, estimado colega.

Puedo decirte las iniciales de algunos de esos futuros líderes: M.R., A.M. y N.S. Lamento no poder ofrecerle información más concreta.

Estimado colega, haz lo que tengas que hacer para impedirlo. Deposito en ti todas mis esperanzas y te deseo la mejor de las suertes. Por Francia y por nuestros vecinos europeos.

Valéry Giscard d’Estaing.”

Terminó la lectura ante la atenta mirada de Gerrard. Sin mediar palabra abrió uno de los cajones del escritorio para coger una caja de cerillas. Cogió una al azar, la encendió y la acercó cuidadosamente a la página que acababa de leer y al sobre que la había resguardado durante 30 años. Empezó a arder rápidamente por lo que el Presidente la arrojó a la papelera.

−Señor Presidente!! ¿Qué hace? – Exclamó Gerrard sorprendido.
−Tranquilo amigo, no era nada que deba preocuparte… Ahora, déjame solo y no vuelvas a molestarme hasta mañana¬− concluyó con tono autoritario.

Gerrard abandonó la estancia perplejo por lo ocurrido pero sin el valor necesario para preguntar o para replicar al Presidente.
Tras permanecer en silencio y pensativo unos minutos susurró algo para sí mismo.

−Ya nos avisaron sobre ese desgraciado. Menos mal que la carta le he recibido yo…-