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Un día volveré - por Emma Lo

Web: http://elatrildeemma.blogspot.com/

¿Cuánto hace que te mudaste, piba? ¿Cinco años?. La idea de juntar un par de cajas embaladas, ponerles una tela encima y disimularlas como mesita de arrimo mientras juntaba la guita para poner un estante, fue genial, y se mantuvo porque para cuando lo tuve instalado, ya tenía suficientes libros nuevos para llenarlo. ¡Qué baratos que son los libros en este país, che!. Pero algún día tenías que abrirlas ¿no?. Si el diccionario de francés no está aquí dentro, las habré desarmado en vano… podría deshacerme de ellos, finalmente. Venderlos en la tienda de segunda mano y juntar los mangos para una mesita de verdad.
Siempre supiste que terminarías viviendo acá ¿no, "chilenita"? Me enamoré del barrio cuando vine de gira de estudios y demoré un poco más de lo planeado por el trabajo que la va amarrando a una, y también algunas personas. Solo algunas.
De la mejor novela del 2006 hicieron una película. Bonsai, y la terminé de leer justo antes de cerrar la caja. Seis años entonces, piba, ya van seis años de que dejaste Chile. El resto, puros vejestorios. Lecturas obligatorias del cole que nunca llegué a concluir: "Palomita Blanca" y su marcador en la página veinticinco, "El niño que enloqueció de amor" con la punta de la página doblada antes de que enloqueciera, "Gracia y el forastero", "Bodas de sangre" y… a ver, éste tiene un marcador sin siquiera haberlo empezado. Es una carta, piba, se te debe haber colado en la mudanza, cuando las boludeces de último minuto cayeron en cualquier caja. Recuerdo en forma precisa el cuándo y el porqué llegó a mis manos. Fue el día que dejé plantado al curso, en la famosa gira, y me arranqué con el chico que conocí en la disco la primera noche que llegamos a Buenos Aires. Me enamoré de Luis con la intensidad que lo hace una pendeja y me llevó a caminar por Corrientes, como en la canción del flaco Páez. “¿Vos lo conocés?”, preguntó Luis. “Y cómo no, si con Pijoaparte nacimos el mismo año”, le mentí. Recién me enteraba de ese dato en la estantería de Clásica y moderna –a la vueltecita de Corrientes–, en el 892 de la Avenida Callao. "Un día volveré" de Juan Marsé acababa de ser publicado. Me regaló el libro y anduvimos los tres pegados como lapa los diez días que duró el viaje. Los profesores que nos acompañaban nunca se creyeron que la presencia del porteño fuera en cada lugar pura coincidencia.

Buenos Aires, noviembre 1982
Querida Palomita,
Solo con vos mi alma vibra al dulce eco de tu voz y hoy se marchita de dolor por tener que decir adiós. Creéme cuando te digo que mi corazón está muriendo. Quisiera decir “quedáte aquí, conmigo” pero sé que debés volver a tu país. No puedo por ahora seguir llenándome con la ilusión que cobija mi esperanza pero iré por vos en cuanto pueda…

Broma. Ahora entiendo tu llegada a mi puerta tres meses más tarde. Recuerdo que casi morí del susto al ver tu cara a través del ojo mágico de la puerta. Tenía unos ojos divinos, piba, ¿te acordás?. Y ninguna de las siete veces que tocaste, te abrí.

No dudés de mis palabras porque sin vos mi vida será vacía…y dejá este libro sobre tu mesita de noche para que vos también me recordés. Repetí su título en voz alta e imaginátelo con mi voz. Te reamo, diosa.
Siempre tuyo, Luis.

Nos despedimos con un largo beso y dejamos que las lágrimas se secaran solas. El Un día volveré lo llevé para leerlo en el regreso, pero el quilombo que traíamos a bordo del avión no lo permitió –que el gamulán que te compraste, que las botas, ¿a cuánto te recibieron el dólar?, y lo compraste a 38 pesos chilenos ¿no?. Para ser sincera apenas me acordé que lo había conocido a Luis. Y una vez que aterrizamos pasó directamente al espacio del cerebro destinado a los recuerdos. Hace poco me regalaron otro libro de Marcé –que hasta el premio Cervantes se ha ganado– pero tampoco lo leí.
Tratá de buscarlo en facebook, piba, mirá que el chico te cumplió. Treinta años después pero que lo hizo, lo hizo ¿viste?. Si al menos hubieras puesto tu apellido en la carta, boludo.