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RESET - por Pedro J

Web: http://maravillasoz.blogspot.com.es/

Luis abrió la carta que encontró en su buzón oxidado, tras haberse percatado de que le escribía nada menos que su padre, que llevaba muerto aproximadamente veinticinco años. Murió cuando él tenía siete primaveras y, desde entonces, su vida había sido un continuo viaje en picado.

Subió las escaleras con paso fatigado, con los pesares de cien noches de insomnio, mientras atisbaba brevemente el contenido de la carta. Había algo más, aparte de una hoja donde una letra apretada esperaba ser leída. Casi podría decirse que era increíble que su padre, desde la tumba, le hablara ahora, con la estupenda vida que llevaba.

Desde los diez años había estado en la calle, día si, día también; en el 2023 o eras un triunfador con todas las de la ley, o ya estabas destinado a ser un paria. Ahora, con treinta y dos años, era el rey de los parias; un deshecho cuya única preocupación era el mercado de nuevas drogas, de órganos, esclavismo sexual y “amigos” que cada dos por tres asaltaban su maltrecha casa en busca de un espacio de diversión.

Él había probado todo lo que vendía, por supuesto, pero en su interior anhelaba la vida que, probablemente, de no haberse abandonado, sería más soportable. Al entrar en su vivienda, cerró la puerta y se apoyó en ella de espaldas mientras se escurría en el sucio linóleo hasta quedarse sentado. Sacó la carta del sobre y empezó a leer la carta de su difunto padre.

“Hola Luis. Quizás te estés preguntando cómo es posible que una carta de tu padre, al que apenas recordarás, haya llegado a tus manos. Es algo que yo mismo decidí cuando me enteré que no había más salida de mi enfermedad que la muerte; ahora estoy escribiendo esto mientras oigo en mi mente el mecanismo de un reloj que se detendrá uno de estos días. Pero, mientras me quede lucidez y energías, tengo que escribirte, y hacerlo de la forma que sé. No podré ejercer mis obligaciones como padre, no te veré crecer, ni veré como intentas abrirte camino en esta vida tan difícil y tan llena, a veces, de sinsentidos que te ahogarán en la más absoluta de las desesperaciones. No veré como posiblemente tengas a tu lado una mujer como la que yo tuve, ni veré a los posibles hijos que tengas con esa mujer que ames. No voy a hablarte de eso: Voy a hablarte de la posibilidad que tienes de cambiar de vida si no estás de acuerdo con la que tienes, porque intuyo que no será difícil vivir después de que yo muera. Te quedarás solo, ya que tu madre, como bien sabes, murió al darte a luz. Y, aunque tengo confianza en que te sobrepondrás a ello, no me cabe duda de que el mundo acabará por corromperte.”

Luis parpadeó sorprendido. Parecía increíble como su padre había acertado de pleno. Siguió leyendo.

“Por eso, porque posiblemente sucumbas al horror de una vida fácil y vacua, te hago un regalo que encontrarás también en este sobre. Me costó mucho encontrarlo, pero te sugiero que si no estás contento con lo que te ha tocado vivir, lo uses. Podría haberte dado la carta antes de que todo pasara, pero he preferido esperar a que fueras algo más adulto para que te llegase.
Calculé que alrededor de treinta años estaría bien; así pues, te regalo quizás lo que más ansías en estos momentos.”

Luis examinó el sobre y vio que había algo ovalado y pequeño dentro. Estaba envuelto cuidadosamente en una especie de celofán. Lo desenvolvió y lo miró. Era una píldora. Con gesto interrogante, leyó las últimas líneas de la carta.

“Se trata de una píldora llamada RESET, en el argot de la calle. Está prohibida de hace mucho, pero mediante un enfermero que me trata, la he conseguido a un precio razonable. Te ayudará a comenzar de nuevo, no sé de qué manera, pero algo tiene que tener para haberla prohibido a nivel mundial. Así pues, hijo, en tus manos está en seguir con tu vida, si es fructífera y plena, o cambiarla para siempre y empezar de cero. Este es mi deseo para ti, hijo mío. Esté donde esté, no te olvides que te quiero. Hasta siempre. Un beso, papá.”

Luis acabó la carta y volvió a observar de nuevo la pastilla. Tras un momento que se le antojó eterno, por fin decidió.

Y, tras decidir, cerró los ojos.