Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

EL COLECCIONISTA - por Patricia

Tarde. Como todo en su vida. Ahora lo sabía, ahora conocía la sutil diferencia entre cinco minutos antes o cinco minutos después. Nunca se paró a pensar qué habría pasado si alguna de sus decisiones las hubiera tomado un poco antes. Si esto o aquello no lo hubiera dejado para el día siguiente. Jamás. Aceptó cada uno de los acontecimientos de su vida como los únicos posibles. Cada una de sus opciones como las que le había tocado vivir. Desde la ingravidez de la muerte podía ver con claridad, desplegados como ramas de un mismo árbol, todos y cada uno de los caminos que se le habían ofrecido, los que se abrieron tras cada nueva decisión, el punto exacto en el que su vida habría sido diferente.

¿Qué puede suponer un día en una vida que dura décadas? Podría ser una vida distinta, una en la que ves nacer a tu hija, crecer, una en la que envejeces. El mismo curriculum entregado un día antes se habría traspapelado, no habría conseguido aquel trabajo, no habría descubierto nada, no se habría hecho el héroe, nadie se habría tomado las molestias de acabar con su vida. Ya era tarde. Todo lo que quedaría de él serían los recuerdos de otros, una extensa colección de monedas y cinco minutos. Ese intervalo tan aparentemente insignificante supuso que el sobre que contenía toda la información que fue su sentencia de muerte cambiara de destinatario. Cinco minutos más tardó en salir de casa y aquel sobre llegó 30 años tarde.

Justo a tiempo.

-¿Señor Moreno?

Tras la intensa lluvia y un paraguas se escondía el rostro de la mujer que le hablaba.

-¿Quién es usted? ¿La conozco?

-Le traigo un mensaje de mi padre.

La desconocida le mostró una moneda plateada delicadamente sostenida entre los dedos de su mano derecha. No era una moneda cualquiera, significaba que las consecuencias de sus actos pasados acababan de alcanzarle. Ante él estaba el cabo que no debió dejar suelto, fue demasiado indulgente.

-El coleccionista…

Lanzada al aire la moneda dio varias vueltas sobre sí misma en su dirección. Ya no la vio caer.

Quedaban cuatro.