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Doce de enero - por Miavri

Faltaban trecientos metros para llegar al cruce. Caminaban animadamente sin hablar. En unos minutos el autobús que la llevaba al Instituto, irrumpiría en el cruce, llenando de ruido aquel silencio. Carla siempre se alegraba al ver aquel viejo mercedes, le resultaba gracioso el estruendo que hacían sus frenos, significaba el reencuentro con sus amigas, risas, confidencias y nerviosismo. Su vida era demasiado aburrida, solía pensar .Vivía en un viejo caserón con su madre. Su casa distaba unos cuatro kilómetros del pueblo más cercano, bajaban y subían casi siempre caminando , en contadas ocasiones lo hacían en la vieja mobilete heredada de su abuelo. Un día era igual a otro, y este al siguiente, pero ella intuía que algo extraordinario iba a ocurrir ese doce de enero. Horas más tarde, desde el asiento delantero del autobús que la llevaba de regreso a casa, vió la figura de su madre, en el mismo cruce donde por la mañana se habían despedido, tenía mala cara, algo en su gesto le hizo intuir que había recibido malas noticias. Cuando comenzó a descender las escaleras del autobús y miró a su madre, vió que sus ojos estaban enrojecidos, su cara delataba que había estado llorando.
– Hola mamá- dijo con voz entrecortada por los nervios. Su madre la saludó con un beso en la mejilla.- ¿Qué ha ocurrido?, tienes mala cara- le dijo casi comenzando a llorar ella también.
Su madre comenzó a caminar en dirección a casa, al ver que Carla no la seguía se paró y miró atras invitandola a seguirla con un gesto , estaba visto que no tenía ganas de hablar, ella nunca hablaba. Carla se equivocó y tan solo minutos mas tarde Elena comenzó el relato que cambiaría sus vidas.
– Te he contado mil y una veces que mi padre había muerto muy joven, nos dejó a tu abuela y a mi solas, tu abuela entonces tuvo que marchar a trabajar a la capital dejándome a mí con mis tíos- interrumpió el relato para limpiar las lágrimas que inundaban su cara, Carla escuchaba atentamente, se lo había oído contar miles de veces.Elena prosiguió enumerando las visicitudes que tuvo que sortear su madre en la gran ciudad y como ,poco a poco, fué rehaciendo su vida, sin dejar de enviar dinero a casa para que ella pudiera tener lo que otros niños en el pueblo tenían y criarse sin estrecheces. Fueron pasando los años y su madre fué prosperando, pero ella crecía en el pueblo al cuidado de unos tíos que no veían más horizonte que aquellas montañas.
El contacto entre Elena y su madre se rompió cuando ella tenía unos diez años, aunque siguió enviando dinero regularmente hasta la mayoría de edad de esta, no sabía muy bien porqué.Siempre tuvo la esperanza de que su madre algún día la reclamara y pudiera emprender una nueva vida lejos del pueblo, pero ese anhelo fué desapareciendo poco a poco al pasar los años. Hoy, doce de enero se había roto su mundo.
Su tristeza y sus lágrimas se debían a eso, se había derrumbado todo lo que ella creía que había sido su vida, una escueta carta, fechada treinta años atrás, en el mismo día en que ella había cumplido diez años y que era la contestación a una enviada por su madre en esas mismas fechas le rompió el corazón. Su tía, que ella había llamado mamá y querido como tal, se negaba a que Elena se fuera a la ciudad a vivir con su madre, contestando a la demanda de esta a reencontrarse con ella, y amenazaba con contarle a su hija lo que supuestamente era la profesión que le había permitido vivir tan desahogadamente. Su tía había sido incluso cruel a la hora de enumerar todo lo que le haría saber si su madre venía a buscarla. Sus sentimientos ahora eran demasiado fuertes, del inmenso amor que había sentido por aquellos tíos a los querido como sus padres ahora se transformaba en rabia y odio por robarle un futuro que a todas luces era mejor que el que en el pueblo se le prometía.
Carla miró fijamente a su madre y le preguntó si se arrepentía de haber tenido la vida que tenía ,su madre la abrazó y le dijo que no, fué tajante, pero esta carta le había abierto los ojos, ella no estaba destinada a ver siempre los mismos colores de aquellas montañas, vendería el caserón y se marcharían a la ciudad, donde sin duda Carla tendría un futuro mejor.