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Treinta - por Eduardo Daniel

Querida Andrea
Siempre fiel a tus costumbres, acabas de abrir el lugar que ha guardado mi secreto tanto tiempo. No puedes menos que sorprenderte al ver que conocía tu hábito de venir a revisar, cada año, lo que había quedado olvidado en un lugar como este, poco apreciado por los que conozco.
Espero que hayas encontrado las cosas como imaginaste, aunque el tiempo siempre puede sorprendernos con lo que parece ya olvidado. El año pasado no te fue bien, y aquél anillo de oro no estaba donde esperabas. Te quedaste tan ofuscada que no querías hablar con nadie, aunque, con cierto disgusto, lo mismo me cuidabas. Antes, creo que hace tres años, tuviste mejor suerte, porque no sólo te quedaste con aquella cadena y medalla de oro de tu abuela, la que tu madre mencionara en más de una ocasión. Esperaste tu tiempo y fuiste por lo que decías que te pertenecía. Y no sólo te llevaste tu tesoro sino que, además, saliste luciendo una preciosa pulsera. Ciertamente no de mucho valor, pero a ti te quedaba increíblemente bien.
Ahora habrá muchos interrogantes en tu cabeza. Tal vez te preguntes cómo es que conocía lo que nunca le contaste ni siquiera a tu mejor amiga. Ella tenía sus argumentos y siempre le resultó extraño tu suerte de hallar cosas de los que se habían marchado. Y, por mi parte, sólo te digo que nunca fuiste tan discreta como creíste. Esto, más mi curiosidad obsesiva, me hicieron descubrir tus estudiados pasos, hasta obtener lo que querías. El ser tan sistemática en las preguntas sobre nuestros familiares y el verte pasar horas mirando fotos de la familia, despertaron mis sospechas.
No te culpo de nada. Lo tuyo es una manera buena de hacer fortuna. Pero en este caso, tendrás que conformarte con esta carta. Mis joyas, esas que tanto te gustaban, se las di a Matilda. Tú ya tienes bastante y a la pobre apenas si le alcanza para vivir.

Andrea no pudo seguir leyendo. Dobló el papel amarillento, lo metió en el sobre y se lo entregó a quien la esperaba en silencio.
—Señora, ¿Qué debo hacer con esto?
—Haga lo mismo que hará con esa que tiene delante, y que se guardó sus letras en tinta negra durante treinta años después de muerta.