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Lo que fue de ti - por Domingo Poyato

Rosa murió con la misma incertidumbre con la que había vivido desde aquella lejana mañana de verano en la que despertó bañada en sudor para ver en los pies de la cama a su abuelo Amador, muerto en Cuba. Reconoció los grandes bigotes del daguerrotipo de un triste militar que había colgado en la sala, y cuando fue consciente de que el uniforme, ahora hecho harapos, no era sepia sino celeste, en su cerebro resonó una voz desconocida:
– Hoy recibirás una carta.
Cerro lo ojos aterrorizada y solo los abrió al escuchar los quejumbrosos goznes de la puerta de la cuadra y la voz de su madre que peleaba con los gatos que de noche se colaban en el patio para lamer la sal de las paredes y dejar sus excrementos sobre las hojas de parra recién caídas.
Lívida y temblorosa bajó las escaleras y se planto en el centro de la habitación mirando el retrato. Nunca le había prestado atención, pero al momento pudo verificar que era él quien la había despertado antes de que cantara el gallo. Se acerco estirando el cuello y lo repaso mas detenidamente fijándose en sus en sus manos, una sobre el sable y la otra pegada al pecho.
-Nos enteramos que murió ahogado por su propio vomito entre los muslos de una mulata…. Dijo la madre que la observaba desde el patio, sin dejar de hacer montones de hojarasca con mierda de gato con una escoba de ramas. -Y después de morir tu abuela vino a verme una madrugada para anunciarme que llegaría una carta para mi.
Era la herencia que dejaba a su hija pues, sin que Rosa le dijera nada, reconocía en el rostro de la joven el espanto que ella misma había sufrido por primera vez una noche de San Juan.
– No lo mires tanto, era un borracho degenerado que se fue a la guerra para no mantener a sus hijos. …..Si esta colgado ahí es porque la pobre abuela lo quiso con locura, a pesar de la vergüenza de su muerte, y fue lo único que trajeron de él los que regresaron vivos hace ya mas de treinta años.
– La carta la tiene él. Pegados al corazón lleva en la mano un rosario y un sobre.
Apenas si le salía la voz del cuerpo mientras con el dedo pegado al cristal señalaba la mano derecha de su abuelo.
Olvidando para siempre lo prometido, como una fugaz brisa de luto eterno que dio con Rosa en el suelo, entro su madre blandiendo la escoba para asestar un golpe definitivo sobre la foto que desmembró el marco e hizo añicos todo. Escupió sobre su padre, que le había caído a los pies, y conjuro: – ¡Déjanos vivir sin la miseria de tu recuerdo!….¡Degenerado!.
Vuelta en si de su delirio, Rosa gateo por el suelo entre cristales y trozos de madera podrida hasta llegar a alcanzar un sobre que había bajo la mesa.
– ¡La Carta!.
– ¡Rómpela! no quiero saber nada mas de lo que he sabido toda mi vida.
Sin renunciar a su ira quiso arrebatarle el papel de las manos, pero Rosa, en el suelo, la protegió con su cuerpo mientras sollozaba: -No. No la leeré si no quieres. Te lo Juro. Pero quizás un día, tendré que proteger a los míos y romper mi juramento lo mismo que has hecho tu hoy.
Se acostumbro a sus visitas en La noche de Difuntos, en su luna de miel, entre los dolores de los partos que solo alumbraron varones; en las vísperas de la muerte de cada ser querido y por ultimo la noche antes de su propia muerte donde tuvo que comparecer también su difunta madre para librarla de su juramento y que leyera la carta sus hijos, al tanto todos desde que tenían memoria de las pendencia de su antepasado.
Decrépita, más con gestos que con palabras, indico a su hijo mayor que leyera la esquela. Toda la descendencia superviviente estaba alrededor de su lecho esperando el falta desenlace y la revelación del mayor secreto de la familia.
"Rosario: te dirán que he muerto de cualquier forma para deshonrarme antes de reconocer que he desertado. Pero si lees esto es que estoy vivo y esperándote a ti y a la niña en Santiago de Cuba. No te preocupes por el dinero, pídele a mi primo y cuando estés aquí se lo devolvemos. Yo no puedo ir España porque me fusilarían. Un abrazo de esposo que te quiere. Amador."