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Stanted - por Sonairam

“Señoras y Señores viajeros, la dirección técnica del Aeropuerto de Stanted les informa que desde estos momento todos los vuelos con destino al continente, quedan cancelados debido a una gran tormenta que se extiende por todo el Canal de la Mancha. Los vuelos retomaran sus salidas a partir de mañana a las nueve horas, si las condiciones meteorológicas lo permiten”, muchas gracias.

Un clamor de desaprobación, recorrió las terminales de todos lo puertos de embarque del Aeropuerto de Stanted.

Diego, uno de los pasajeros afectados, permanecía frente a la puerta de embarque de su vuelo con destino al Aeropuerto de San Javier-Murcia. No se lo podía creer, estaba acostumbrado a volar, no era la primera vez que le sucedía un contratiempo como este, pero en esta ocasión, su reacción fue distinta, quedo totalmente abatido, llevaba un año fuera de su casa y deseaba realmente volver: me estoy haciendo mayor -se dijo -.

Junto a él, dos monjas discutían en voz baja, un poco azoradas, que hacer. Era la primera vez que les ocurría algo así, pero claro era normal, para ser su primer vuelo.

– Bueno que le vamos ha hacer-dijo Sor Milagros, la de más edad-, los hombres proponen y Dios dispone.
– Si pero, como vamos a pasar la noche, son las seis de la tarde solamente Sor Milagros, dijo la hermana Teresa.
– Vamos, vamos hermana Teresa, no sea llorica. Considere que estamos ante una prueba de nuestro señor. Quizás quiera que conozcamos y atenuemos en lo posible, el sufrimiento y la desesperación de todas estas buenas gentes, que solo desean reunirse con sus seres queridos. Piense que algunos pueden hasta perder su empleo, con el retraso del avión. Recuerde que los caminos del señor son inescrutables, nosotras no conocemos los fines, pero podemos ser utilizadas por el altísimo para solucionar algún problema del que ni siquiera lleguemos a ser conscientes.

– Desde ese punto de vista, si usted quiere Sor Milagros, lo preparo todo para rezar un rosario, dijo la hermana Teresa.

Sor Milagros miro fijamente a la hermana Teresa. Pero de donde sale usted. Es que no se ha fijado que la mayoría de personas están enfrascadas en sus teléfonos móviles, ordenadores, Ipad, Iphone, Tablet, etc. Ni siquiera sabrían de lo que usted les esta hablando.

La hermana Teresa, perpleja, permaneció en silencio, acatando la sapiencia de su compañera.
Pero Sor Milagros continuo: – Hermana, su simpleza, su cortedad, me irritan sobremanera. No se como es posible que se dedique a enseñar en el mismo colegio que yo y no este familiarizada con los últimos adelantos tecnológicos, que sus alumnos manejan a la perfección.

Diego, el joven que todavía permanecía a su lado, no pudo evitar intervenir en la conversación de las dos religiosas: – Perdonen que me entromezca en su conversación, no he podido evitarlo, pero si quieren yo puedo ayudarles. Tengo un ordenador portátil y podemos comunicarnos con las personas que les esperaban y avisarles de su retraso.

– Vaya joven, eso es una buena idea. ¿Tiene cámara web su portátil?

– Por supuesto hermana. ¿Sabe usted la dirección de correo?

– Claro hombre, podemos utilizar GMAIL o SKYPE. ¿Te has conectado ya a la wifi del aeropuerto?

– Por supuesto, veo que esta usted al tanto.

Mientras, la hermana Teresa asistía atónita a la conversación, sin entender nada de nada. Era increíble que Sor Milagros, con 82 años de edad, tuviera unos conocimientos tan amplios. No daba crédito.

– Vamos a un sitio más tranquilo, donde podamos sentarnos y encender el ordenador, indico Sor Milagros. Mientras, cogía su maletín y se ponía en marcha hacia la sala de espera.

En el trayecto la hermana Teresa no paro de hacer preguntas a Diego. ¿Eres cristiano?¿de donde eres?¿donde trabajas?¿estás casado? ¿vas a misa?

En la amplia sala de espera del aeropuerto, frente a las puertas de embarque, los que todavía permanecían allí, tomaban posiciones para la larga espera. Junto a sus maletas, extendían toallas en el frío suelo, se sentaban en un rincón y conectaban sus dispositivos móviles. Iba a ser una larga noche, que Diego unas horas antes, ni se podía imaginar.

– Allí nos acomodaremos tranquilos, hay un enchufe cerca, estamos de suerte, dijo Sor Milagros. Usted hermana Teresa, vaya a traernos unos botellines de agua y algo de comer, lo prepararemos todo para que pueda hablar con su familia en Murcia. Y como una exhalación, Sor Milagros, se lanzo al hueco que había visto.