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EL TRAGICO ENCUENTRO - por NHICAP

– ¿Quieres conocer un suceso poco común? -pregunta Roberto a su amiga Maria, mientras comen en su restaurante de Málaga.
– Encantada -responde Maria- ¿De que se trata?
– De un asesinato o, quizás, no.
– Tiene buena pinta. Te escucho.
– Sucede en un aeropuerto la víspera de Navidad pero la historia comienza cinco años antes. Te cuento:

ANDRES era un hombre joven, preparado, culto pero algo inestable que, en una etapa de su juventud, no consiguió controlar su exagerada afición al juego.

Una víspera de Navidad, descendía de un taxi con su mochila al hombro y una pequeña maleta; el equipaje necesario, junto a unos pocos euros, para subsistir unos meses, lejos del peligro que le acechaba en Madrid. Escapaba de dos violentos matones por deudas de juego.

Al entrar en el aeropuerto, volvió a su mente el lamentable giro que sufrió su vida tras la estancia en prisión. Aquel viejo y parcial juez, cobarde e irascible, admitió las escasas y débiles pruebas de la acusación y lo encerró por un delito de robo con violencia que no había cometido. Aunque no intervino en el asalto a la joyería, incurrió en una imprudencia pueril; dejar su coche a unos compañeros del juego, luego resultaron ser maleantes, que lo utilizaron en el atraco.

Mientras permaneció en prisión, su buen comportamiento y colaboración en labores de reinserción le permitieron reducir la condena, de cinco años y un dia a tres años. Sin embargo, cuando salió en libertad perdió su antiguo empleo y, desde entonces, su azarosa vida discurrió a saltos por una senda errática y peligrosa. En ocasiones, extorsionado por grupos mafiosos, tuvo que robar carteras en los vagones del metro para pagar las deudas pendientes. Un dia no pudo soportar tanta presión y decidió huir de Madrid para forjarse un futuro tranquilo en Málaga, trabajando de camarero en el restaurante de un amigo.

No obstante, algo incendiaba su alma. En los dos últimos años, recuperada la libertad, el rencor hacia el viejo juez se había convertido en un odio profundo, algo muy difícil de sofocar.

Después de pasar el control de seguridad, se dirigió hacia la puerta de embarque, situada en un extremo de la terminal. Estaba impaciente, inquieto, temía que lo hubiesen seguido. Se sentó de espaldas a las cristaleras del edificio, vigilando el área próxima a las dos puertas de embarque de la zona: una de su vuelo a Málaga, en hora, y la otra de un avión a Bilbao, retrasado. Observaba con discreción a la gente que pululaba a su alrededor hasta fijar su mirada en un señor mayor, endeble y enfermizo, enfundado en un abrigo gris y con un maletín en la mano. Se desplazaba con dificultad mientras chillaba por un móvil muy exaltado, enfurecido, colérico. Su imagen resultaba grotesca.

¡Estaba de nuevo frente a MATIAS Blanco! El perverso juez, ahora ridículo y envejecido. Un pensamiento súbito invadió su cerebro. " ¡Debería matarlo! ". De pronto, el juez se acercaba, apagando el móvil, a ocupar el asiento contiguo al suyo.

-¿Puedo sentarme?
– Por supuesto, caballero.
– Muy amable, joven. ¿Vuela Vd. a Bilbao?
– No, viajo a Granada. Estoy esperando que asignen la puerta -mintió. Ya imaginaba como vengarse del juez.
– Yo voy a Bilbao, a casa de mi hija. Le preocupa el retraso y me excita con sus llamadas. ¡También las señoritas de información! Dijeron hace una hora que en diez minutos darían nuevas noticias. ¡Mentira!
– No tienen consideración con los pasajeros. Si Vd. quiere, puede preguntar en la oficina de allí enfrente. Yo vigilo su equipaje.
– Esta situación me exaspera, joven, pero no me conviene alterarme. Llevo cinco años jubilado y he sufrido dos infartos.
– Tranquilo. No se impaciente.
– Estoy muy nervioso. Mire, voy a aceptar su ofrecimiento para ir al baño y también a tomar mi medicación.
– Vaya sin prisa, aquí estaré.

Mientras el juez se alejaba, anunciaron el embarque para Málaga. Se puso los guantes, abrió el maletín y cogió la tarjeta de embarque y el móvil del juez. Después de apagar el móvil y arrojarlo en una papelera, rompió la tarjeta en diminutos trozos. De inmediato, se dirigió a la puerta de embarque.

Esa noche en Málaga, frente al televisor del restaurante, ANDRES escuchaba la noticia.

" Don MATIAS Blanco, juez jubilado, falleció de un infarto a los 75 años mientras esperaba en Barajas a coger un vuelo son destino a Bilbao ".

Sonriente, se sirvió otro whisky.

– ¡Un asesinato muy sutil! -dice Maria.
– Es posible. Pero nunca lo sabremos -sentencia Roberto.