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Ha sido un placer... - por Kirius

Web: http://www.20canutos.es

Son las diez de la noche y en la única cafetería abierta del aeropuerto se encuentra Diego. Come un sándwich con los cascos de su iPod a todo volumen. Tras la cancelación de su vuelo para volver a casa está cansado, abatido y un poco malhumorado.
Maldice su suerte por hacer escala en Madrid y no poder salir del aeropuerto. Pero su noche no ha hecho nada más que empezar.
Las luces de un árbol de navidad le recuerdan su hogar, a su familia y a ese sobrino que tiene que conocer. Cuando hay niños en la familia la navidad toma otro sentido. Y pensar en ello le alegra unos instantes.
Mucha gente deambula de un lado al otro por los grandes pasillos del aeropuerto y el único entretenimiento que le queda a Diego es mirarles e intentar adivinar su historia. Dos monjas despistadas se cruzan, mirando a todos los lados. Como siamesas no se puede adivinar donde acaba el hábito de una y empieza el de la otra. Son como una sombra negra con dos cabezas, le miran, pero terminan por no acercarse cuando Diego desvía su vista a su apetitosa cena.
Un hombre ya mayor, Diego no imagina que tiene menos años de los que aparenta, no para de hablar por el móvil. Parece triste, seguro que como él ha perdido el avión de enlace a su destino. Se mete en una de las cabinas habilitadas para fumadores y uno tras otro consume tres cigarros sin dejar el móvil que ya parece una extensión de su oreja. Y en mitad de sus pensamiento un chico joven se siente en su mesa, frente a el una mirada penetrante acompañada de una sonrisa.
Del susto Diego no sabe como reaccionar, instintivamente guarda su iPod en el bolsillo.
– Tranquilo tío, a ti no te voy a robar
– ¿Qué quieres decir con que a mí no me vas a robar? – pregunta Diego sorprendido.
Sin pensárselo aquel carterista llamado Andrés le cuenta su historia a Diego. Le cuenta que no tiene trabajo, y tampoco familia en Madrid, que se ha metido en un lío y dos matones le están buscando.
Diego alucinado no le cree y piensa que esa es la historia más rocambolesca que le han contado para ligar. Permanece atento a sus expresiones, los ojos verdes de Andrés le han cautivado, su barba de tres días y ese acento medio andaluz que se gasta.
Se levantan y pasean por la terminal contándose su vida, de donde vienen a donde van. Andrés se da cuenta que Diego le mira de una forma especial, pero él no puede reprimir su instinto de observar los descuidos de la gente.
– Mira Diego, a esas dos monjas es fácil robarlas, están tan despistadas que no se dan cuenta que llevan su bolso abierto. – Comenta Andrés.
– ¿Y tú serias capaz de robarlas? – Una vez más se sorprende Diego de los comentarios de Andrés.
– Quizás no te has visto en la necesidad de sobrevivir en una ciudad, en un país que no es el tuyo, en el que nadie te quiere ayudar, y lo más fácil es robar, dinero rápido. Y si eres listo no te metes en líos. Pero en estos momentos necesito ayuda. Diego, ¿tu me ayudarías?
Anuncian que el vuelo de Diego va a despegar en 30 minutos, este mira al guapo carterista que está a su lado. Con expresión confundida Andrés por primera vez en su vida no sabe como reaccionar. Sin tiempo para pensárselo dos veces, Diego coge su maleta y se despide de Andrés con un… Ha sido un placer, ahora tengo que irme.