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Cualquier destino sirve - por Klint

Justo a tiempo, sujetó el puño agresor en el instante preciso,
una décima de segundo más y no habría podido evitar que golpeara la mandíbula de aquel joven.

Pese a su avanzada edad, Matías ya contaba con 75 años casi recién estrenados, era un hombre fornido y corpulento, de una estatura más que aceptable, se mantenía en muy buena forma física. Se alejó un par de metros junto al individuo que seguía cegado por la ira fijando su objetivo y pieza de caza en aquel muchacho, todo porque quería robarle.

No era muy frecuente este tipo de sucesos en Madrid-Barajas, pero de vez en cuando se daba alguna que otra situación semejante, más habituales si cabe en plenas fiestas navideñas.

No pasaron ni cuarenta segundos cuando la mano izquierda de un guarda de seguridad del aeropuerto se apoyó sobre el hombro del anciano.

–Ya nos hacemos cargo nosotros.

Si no llega a ser por ese maldito viejo podría haberse hecho con el botín sin ningún esfuerzo, por su culpa solo había conseguido la tarjeta de embarque. Era la víctima perfecta, con quitarle también el DNI hubiese subido al avión sin problemas. Quería desaparecer cuanto antes, cualquier destino valía.

Las deudas por su adicción al juego hicieron que se encontrara sin blanca, de no ser así no tendría que buscarse la vida.

Su mejor baza, el veinticuatro de diciembre, cuando el aeropuerto era una auténtica fábrica de hacer gente, y un jodido viejo le estropea el plan, se le terminaban las opciones de evaporarse y comenzar una nueva vida.

Encima ahora tenía más problemas que antes, a los matones que querían darle una lección se sumaba su nueva escolta uniformada, ¡joder, eran altos como secuoyas! En sus acreditaciones se podía leer en grandes letras VINSA.

Conocía el aeropuerto como la palma de su mano, la de veces que había conseguido grandes botines allí. La dirección que estaban tomando no les llevaba a la zona de retención, se dirigían a una de las salidas traseras. Uno de los gigantones comenzó a hablar.

–Bueno, Andrés, dentro de un momento nos reuniremos con Sergio para que le expliques porque aún no has pagado.

–Además tenemos una sorpresita para que no te olvides de tus deberes –terminó el otro matón con un gesto que garantizaba una cercana incapacidad física–.

La sorpresa inicial comenzó a disiparse. A éstos no los conocía, ¡maldita sea!, ahora sí que se encontraba en problemas.

–Si llevo el cheque en el bolsillo, lo iba a enviar junto a una postal.

El golpe que se llevó en la nuca hizo que por un instante viese todo negro.

–Otra gracia más y el que se ría seré yo.

–¡Así me gusta, que me trates con cariño, como a las mujeres!

Esta vez se apagó todo, como cuando desenchufas un televisor de esos antiguos CRT, con un puntito blanco en el centro de toda la negrura antes de terminar desapareciendo.

Al recuperar la consciencia ya no estaba entre la multitud del aeropuerto, se encontraba en un lugar frío y húmedo, con muchas tuberías en la zona alta de las paredes y estrechos túneles, no había ventanas y la iluminación, tenue, llegaba únicamente de unos cuantos fluorescentes de manera artificial. Tumbado en el suelo levantó la cabeza para ver que estaban sus dos gorilas particulares a su lado, con una macabra sonrisa que más bien parecía una mueca.

–El jefe se ha cansado de esperar a que despertaras. Nos ha pedido que te ayudemos a recordar que mañana a las doce quiere todo su dinero. Esto te va a doler, y mucho.

El primer golpe lo recibe en la articulación de su rodilla derecha, notando como crujen los huesos. De los siguientes apenas se da cuenta ya que el dolor del primero mitiga los otros.

Era un saco en manos de psicópatas.

Se iba a desmayar de nuevo, seguro, dentro de su cabeza le parecía escuchar música.

Sonaba su emisora favorita a modo de despertador a las 07:00AM. Comenzó el proceso automatizado adquirido con el paso de los años, pero tras lavarse la cara y recuperase de la somnolencia dedicó unos instantes a pensar. Era veinticuatro de diciembre, la pesadilla sufrida durante la noche, arrebatada finalmente por la canción “Give Me All Your Lovin´” de Madonna, hizo que Andrés cambiara por completo sus planes. Había llegado el momento de desaparecer. Se largaría de la ciudad para siempre, diría adiós de por vida a su Madrid natal.

–Pero mejor será que me vaya en tren.