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E4-750 - por M. H. Heels

Web: http://mhheels.wordpress.com

Al día siguiente de ascenderle a inspector le llevaron al que había sido el despacho del Inspector Stone hasta que se jubiló. Cuando entró toda la ilusión se le cayó hasta los pies. Había heredado un cuartucho pequeño, oscuro, sucio y lleno de cajas y papeles amontonados por todos los rincones sin ningún tipo de orden. Stone era un desastre, pero al menos garabateaba el número de expediente al que correspondía cada cosa, a si que lo primero que hizo fue ordenarlo todo.

En una libreta llena de manchas de grasa había una lista de los crímenes sin resolver. Se había propuesto demostrar que no era demasiado joven para el puesto, como todos habían sugerido, a si que cogió la lista con determinación y leyó el primer expediente. “E2-750, Aiko Tanaka, arma blanca, Peña del Monte.” Tampoco es que diera mucha información. Se sentó en el suelo frente al montón que correspondía a ese expediente y comenzó a ordenar toda la información. Al parecer había sido 30 años atrás y aún estaba sin resolver.

Aiko Tanaka era una escritora de éxito que veraneaba en ese pueblo y un día apareció muerta. No había pistas, no había sospechosos, nadie vio nada, nadie oyó nada. Efectivamente parecía uno de esos crímenes que siempre quedan sin resolver. Cogió la carpeta con el informe de la autopsia y un sobre amarillento cayó al suelo. Estaba cerrado. La carta que había en su interior estaba fechada un par de meses después del asesinato y se dirigía al Inspector Stone a la Librería Andersen al otro lado del país. “La Orquídea Dorada, le será de gran interés” ponía. En la parte de abajo estaba escrito en letras rojas E3-750.

Después de darle muchas vueltas a la investigación, y acabar siempre en un callejón sin salida, decidió seguir la pista de aquella carta. Esa misma mañana había madrugado para ir a la librería. Más que una librería era una tienda de antigüedades en la que el dueño, ya demasiado mayor para seguir atendiendo un negocio, le miraba por encima de las gafas con cara de pocos amigos mientras una niña pequeña corría de un lado a otro.

–“¡Julia, demonios, estate quieta de una vez!”- gritó el hombre mientras se dirigía a la trastienda.

Se dio prisa en pagar y salir de allí, no le gustaban los niños y mucho menos cuando eran tan ruidosos.

Al entrar en el aeropuerto vio en los monitores que su vuelo se había retrasado y suspiró aliviado. No podía perder aquel avión. Se desabrochó la americana y se sentó en uno de los bancos frente al mostrador de facturación. Abrió la bolsa y sacó el ejemplar amarillento de La Orquídea Dorada y su cuaderno de notas. Según aquella carta de hacía 30 años, la clave estaba en ese libro. En la primera hoja ponía “E1-750”

Se escuchó un gran revuelo a lo lejos y su instinto le hizo ponerse de pie. Un hombre joven corría entre la gente intentando escapar de los guardias de seguridad del aeropuerto, empujando maletas y personas a su paso para intentar ganar distancia. Echó a correr a su encuentro buscando su arma.

-¡Mierda! – dijo en voz alta mientras luchaba con la correa que se le había enganchado. Se paró para desengancharla. En ese momento el hombre pasó corriendo a su lado.

-¡Mierda! – repitió. Y echó a correr detrás del hombre olvidando la pistola.

Patinó un par de veces en el suelo pulido. “Precisamente hoy me he tenido que poner los zapatos nuevos” pensó sintiéndose estúpido. Afortunadamente, el joven tropezó con un par de monjas que caminaban por allí. “Intervención divina” pensó y se rió de su propia ocurrencia.

Poco después, los guardias de seguridad se llevaban al joven esposado. Según le había dicho uno de los guardias, se trataba de un carterista habitual de la ciudad que debía de estar intentando huir de algo para arriesgarse a tomar un avión sabiendo que le tenían vigilado. En realidad tampoco prestó demasiada atención a lo que le contaron. Volvió a su sitio colorado por el esfuerzo de la carrera. “Es penoso. Tengo que ponerme en forma” pensó.

Cuando llegó a su banco, el libro ya no estaba. Todas sus pertenencias seguían allí, tal y como las había dejado, pero el libro no. En su lugar le habían dejado una nota escrita con las hojas de su propia libreta:

“El día 1 te facilitarán la E5-750 y quizás puedas seguir tu camino.”