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Matías - por Rosa

-Papá, papá-intento llamar su atención pero escucho como habla con alguien.

Suspiro mientras camino hacia la nevera y saco el relleno. Comienzo a coger todos los utensilios que voy a necesitar aún con el teléfono pegado a la oreja.

-Sí, sigo aquí.- respondo retomando así nuestra conversación- ¿Te han dicho algo nuevo?

Noto como su tono de voz es triste y preocupado. Hace tanto que no nos vemos…tendría que visitarlo más a menudo.

-Ya veo ya. Pues menuda faena. Pero no te preocupes todo se solucionará y nosotros te esperaremos lo que haga falta.- intento animarle.

El sonido de un hombre hablando por un megáfono llega hasta mis oídos.

“Señores pasajeros les informamos que por motivo del temporal los vuelos están saliendo con retraso. Por favor, disculpen las molestias. Podrán obtener más aclaraciones en el punto de información.”

-Lo siento, papá-me quedo callada por un instante-ojalá todo se solucione y llegues para esta noche porque tengo una sorpresa para ti.

Mientras digo las últimas palabras no puedo evitar llevarme la mano hacia mi barriga ya algo prominente. Había esperado hasta esta noche especial para contarle la buena nueva y ahora no sabría si podría decírselo. Mi cara dibuja una mueca de tristeza.

-Será mejor que vayas a informarte y te enteres bien de todo ¿vale? Hablamos luego.-me despido-Besos, papá.

Quince minutos después el teléfono suena de nuevo. “Aa Papá” aparece en la pantalla.

-Hola de nuevo- utilizo un tono de voz más animado para intentar subirle la moral.

No me da tiempo a decirle nada más. En seguida me pide que encienda la televisión, que le van a hacer una entrevista en directo y que así puedo verlo. Me cuelga el teléfono casi antes de mencionar el canal. Me rio yo sola, parece emocionado y nervioso. Unos minutos después, allí está.

A través de la pantalla veo a aquel hombre de setenta y cinco años que ha pasado toda mi vida cuidándome y de un lado para otro por mi culpa. Vuelvo a reírme mientras unas lágrimas recorren mis mejillas. De fondo se ve el gran movimiento que hay en el aeropuerto: gente sentada en el suelo, maletas por todas partes, la voz de la megafonía con un nuevo anuncio… Y entonces mi padre comienza hablar y solo puedo centrarme en él.

“Si, esto es un desastre.-comenta al periodista-Somos muchos los que teníamos planes especiales para estas fechas y sobre todo para esta noche. No puedo decir que esté enfadado porque comprenderás, en este caso las compañías aéreas no tienen nada que ver con las inclemencias del tiempo.- continúa con su discurso- Nos han ofrecido ir al hotel del aeropuerto si al final no salen nuestros vuelos pero yo no pienso moverme de aquí, no vaya ser que finalmente sí que salga y yo me lo pierda y no vea a mi hija. Por cierto, ¿Puedo mandarle un mensaje?-le pregunta antes de que acabe la entrevista- Hija, sólo quería decirte que todo saldrá bien y que en seguida podremos vernos. Te quiero.”

Cuatro horas más tarde la radio me sobresalta. Un avión que salía del aeropuerto en el que estaba mi padre y se dirigía aquí, a Santiago, ha tenido un accidente. No saben si hay supervivientes. Miro en las últimas llamadas la hora en la que mi padre me avisó de que su vuelo por fin iba a despegar.

-No, no….por dios…no puede ser…-las lágrimas vuelven a brotar de mi ojos pero esta vez por tristeza.

Corro hacia la televisión, la enciendo y busco un canal de noticias. La imagen que muestran es terrorífica y no puedo hacer más que volverme loca y gritar y llorar. La angustia invade mi pecho y el bebé me da patadas. Llega Carlos al salón, intenta calmarme y en ese momento suena el timbre. Me temo lo peor mientras voy a abrir la puerta esperando a que me notifiquen oficialmente lo ocurrido.

-Sorpresa-escucho como me dice una voz más que conocida justo en el preciso instante en que aparezco en el umbral.

Salto como un resorte y lo abrazo para comprobar por mi misma que es real, que no es mi imaginación jugándome una mala pasada.

-¡Papá! Estás bien-rompo a llorar emocionada.

-No os avisé porque quería daros una sorpresa.-declara como excusándose y preocupado por mi reacción.

Una sonrisa aparece en mi cara. Miro hacia abajo y acaricio mi barriguita.

-Mira Matías, este es tu abuelo.