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DISTRITO Z BARRA 537 BARRA MIRAQUETELOTENGODICHO BARRA 6 - por Patricia

Allí donde reina el caos, si sabes observar, hallarás diminutos duendecillos burlones. Y donde hay duendecillos siempre encuentras brujas del orden intentando restaurar el equilibrio. Intentar, sin éxito, es lo que hacían las dos del distrito Z barra 537 barra Miraquetelotengodicho barra 6. El ambiente navideño que desprendía el hilo musical del pequeño aeropuerto contrastaba con los mensajes de cancelaciones y retrasos de la megafonía. El grupo de gente que exigía explicaciones en aquel poco espacioso lugar, se convertía en una masa enfurecida ante las sobrepasadas recepcionistas de la Terminal.

-Señor, por favor, cuando sepamos algo… No, no señora… Sentimos las molestias ocasionadas pero… Si hablan todos a la vez… ¡Hagan el favor de mantener la calma!

Y es que la gente tiene muy poca paciencia cuando se trata de sus vacaciones, sobretodo tras horas de espera.

-Malditos duendecillos sin conciencia –dijo una de las brujas del distrito Z barra 537 barra Miraquetelotengodicho barra 6, la más alta de ellas para ser preciso, mientras rebuscaba entre las papeleras-. Cuando os pille os vais a enterar de lo que vale un peine.

Contrariamente a lo que se piensa una de las mayores habilidades que posee una bruja no es la magia, no, sino su habilidad para el camuflaje. Podría parece raro ver a una de ellas mirando en la basura, o escrutando a todos y cada uno de los pasajeros descontentos, pero en cambio si lo hace una monja perfectamente ataviada…

-¿Desea algo hermana? –dijo uno visiblemente molesto de que le hurgasen en los bolsillos.

-Usted no va mucho a misa, ¿no?

Tampoco son mujeres septuagenarias llenas de sabiduría porque, pudiendo elegir, ¿quién quiere ser vieja y chocha? Mejor joven y lozana, aunque sin pasarse. La edad media, entre treinta y cuarenta, tuvo que ser decidida formalmente decenios atrás y en un congreso internacional porque era un despiporre.

-El refajo este me está matando –le dijo la bruja alta a la bajita.

-¿Refajo? ¿Las monjas usan eso?

-¿Qué demonios llevas entonces bajo el hábito?

-Unas bragas monísimas que estaban de oferta, ¿quieres verlas?

-¿`Tas tonta? –sacando una moneda –. Cara o cruz. La que pierda mira en los baños de tíos.

Como siempre, perdió la de estatura un poco por debajo de la media.

-¡Porras!

El grifo que Diego, joven estudiante, estaba usando para lavarse las manos no dejaba de soltar agua pues se había quedado de piedra al ver entrar en el servicio a una monja, no demasiado alta, y abrir una por una las puertas de los distintos retretes, tres para ser exactos.

-Disculpe joven –le dijo educadamente -. ¿No habrá visto usted…? –ahora era la monja la que se había quedado de piedra mirándole a él -. ¡Uy!

La bruja más alta buscaba, desafiando a la muerte y al frío, por las pistas donde transitaban, despegaban y aterrizaban los aviones. Afortunadamente no eran muchos, por no decir que ninguno, los duendecillos sabían perfectamente como hacer su trabajo, no como otras…

-¡Eh! ¡Qué te he oído!

Sofocada y acalorada por la carrera, la bruja un poco más baja alcanzó a la alta.

-No…- jadeaba -. Son… – jadeaba mucho -. Duendecillos… Ains, qué sofoco.

Eso ya lo he dicho yo.

-¿Qué chorradas estás diciendo?

-Lo que oyes… -cogió aire – Que no han sido duendecillos.

-¿Has vuelto a abusar de la cafeína?

-¿Quieres escucharme por una vez? Si te digo que no son duendecillos, es que no son duendecillos.

-Los Reyes Magos, no te digo.

La bruja de liviana estatura llevó a la otra a regañadientes frente a la raíz del problema. Diego estaba sentado en el suelo rodeado por sus maletas, era de las pocas personas que habían dejado de protestar. Su sencillo trasbordo se había convertido en estancia de una noche.

-¡Qué demonios!- dijo la bruja espigada -. Había oído hablar de ellos pero… De ninguno capaz de causar semejante desbarajuste.

-¿A qué es alucinante? Con esto nos ganamos el ascenso.

-Menudo karma de mierda que tiene el pobre.

-¡Sííí! Es que no se puede ser más gafe. Lo que tenemos que hacer es llevárnoslo lejos y asunto solucionado.

-Pero tiene que venir voluntariamente, imagina la que armaría si se pone nervioso. Necesito pensar… ¿Dónde hay chocolate?

Minutos después…

-Repasemos el plan –dijo la bruja de elevada estatura.

-Hola, somos Sor Milagros y Sor Teresa. No podemos dejar que un muchacho como tú pase aquí la víspera de noche buena. No se hable más, te vienes con nosotras al convento.

-Bien. Es perfecto. Distrito T, ¡allá vamos!