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La ida - por Albayalde

Retrasado, vaya mala suerte. Cuando uno tiene prisa las cosas no salen nunca tal y como deberían. Está bien comprobado. Cuando lo que se quiere es desaparecer no se puede tener prisa, si se tiene… todo mal, igual que cuando se quiere robar una cartera. Es básico. Esas cosas se hacen con calma. Cuando uno está calmado pasa desapercibido. Aunque un aeropuerto ayuda bastante a eso de todas formas y más en estas fechas. Es un sitio grande y está siempre lleno de gente que viene y va. Gente de todo tipo, como los dueños de todo esto. Supongo que ahora estarán buscando dónde se encuentra la oficina de objetos perdidos en medio de esta maraña de mostradores y puertas de embarque. Todo les pasó por llevar prisa… y no hacer caso de la advertencia de megafonía: “Mantengan sus objetos personales vigilados en todo momento. Gracias.”

A pesar de no haberme arriesgado mucho esta vez, parece que no fue tan mala la pesca. Hay que aprovechar el tiempo muerto que deja el retraso, no es cuestión de perderlo paseándose. Bueno, a ver qué tenemos aquí. Esto es lo de las monjas. Tenemos… ¡una cartera con doscientos euros! Muy bien. Y un cartucho de castañas para comer en el avión. Muy bien, buenas monjas. Pueden considerar realizada su buena acción de Navidad. Ahora la mochila. Ummmm… Poe. Va a ser un vuelo magnífico. El chico debe de ser buen estudiante, llegará lejos. No como yo, que soy un talento desperdiciado. Y por último el paquete de regalo que descuidó el agitado viejo del móvil. ¿Qué será? ¿Media docena de puros? ¡Jajajajaja! ¡Pleno! Estos se guardan para cuando pise suelo suizo. Y ya tiene uno su equipaje listo.

Ahora hay que deshacerse de lo inservible repartiéndolo entre las papeleras de este baño tan limpio y salir con cara de alivio. A ver si hay novedad sobre el retraso, a los de la timba quizás se les ocurra pronto venir por aquí… En un aeropuerto siempre hay gente de todo tipo. Pero uno debe ir sin prisas, siempre sin prisas.