Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

UN SECRETO ENTRE ROSAS ROJAS - por NIHCAP

En un atardecer de agosto de 2010, una fina lluvia caía sobre las callejuelas y rincones, llenos de color y vida, del Covent Garden londinense. Para John, un campechano irlandés -de 35 años- habituado al clima de Londres, esa suave llovizna era un agradable regalo de reencuentro con la ciudad después de tanto tiempo.

Ante una pinta de cerveza en un coqueto bar frente al mercado, John recordaba la difícil decisión que debió tomar cinco años antes. El año siguiente a su ordenación sacerdotal dirigió toda su energía a completar la carrera de medicina, con un postgrado en nutrición infantil. Era la exigencia para poder colaborar durante la primera etapa del sacerdocio, con una prestigiosa ONG dedicada a la salvación de niños abandonados y desnutridos, en los campamentos de refugiados de Darfur, en el occidente sudanés, como consecuencia del conflicto étnico en la región.

Concluido con éxito el curso de postgrado en la Universidad de Londres, ya podía realizar su anhelado sueño de trasladarse a Darfur. Contaba con el beneplácito de la ONG pero quedaba Wendy, una relación que nunca debió iniciar, y menos mantener, un sacerdote católico. Pero no pudo evitar que los profundos sentimientos hacia la joven le hiciesen incumplir solemnes promesas e infringir sagrados preceptos.

¡La adorable y dulce Wendy! Había irrumpido como un torbellino en su vida desde el momento que sus miradas se cruzaron en la librería de Leicester Square mientras John le regalaba una rosa roja. Ella no podía imaginar que aquel apuesto y amable joven con la camiseta del King's College, pronto le confesaría que era sacerdote y en unos meses partiría a trabajar con una ONG en Africa. Sin embargo, cuando eso ocurrió, era tarde. Entonces ya habían superado el listón de la amistad y decidieron continuar su relación hasta que llegase el inevitable momento de la marcha de John. Al cabo de seis meses, en agosto 2005, justo cuando Wendy comenzaba su trayectoria de actriz de teatro, se despidieron. El adiós definitivo fue un largo e intenso abrazo, pleno de cariño y tristeza. Nunca volverían a verse.

Después del breve descanso salió del bar para aprovechar el resto de la tarde; en unas horas terminaba sus primeras vacaciones tras cinco años rodeado de violencia, sufrimiento y hambre en el lejano pais africano. Siguió paseando sin rumbo fijo por el entrañable barrio de Covent Garden, plagado de recuerdos, y volvió a recuperar el placer de callejear sin prisas por esos lugares que siempre sorprenden, por sus variadas tiendas, exposiciones, múltiples bares y restaurantes, artistas callejeros,……En la entrada de un centro cultural había un cateo con el anuncio de la obra representada en un teatro cercano. El nombre de Wendy figuraba como primera actriz, en el papel protagonista.

La sorpresa fue mayúscula y un fuerte cosquilleo recorrió su cuerpo. Disponía de tiempo y, sin pensarlo dos veces, sus pasos se encaminaron hacia el teatro. Tuco suerte, faltaban diez minutos para el comienzo de la función y quedaban algunas entradas sueltas. Acomodado en la butaca, John estaba imqueto, expectante; nunca la había olvidado (en las calurosas noches de Darfur, había soñado con su cara risueña recitando un poema frente al espejo) .

La representación fue un éxito y la actuación de Wendy maravillosa, llenaba la escena en su papel de mujer altiva, avariciosa y sin escrúpulos. John se sorprendió mucho. Resultaba muy extraño verla caracterizada en un tipo de mujer tan ajeno a ella, una joven humilde, generosa y repleta de ternura. Todavía mantenía la atractiva mirada que le había cautivado desde el primer instante. ¡Fueron dos horas magnificas! Estaba muy satisfecho de ver otra vez a Wendy y de presenciar su rotundo éxito. Al final de la obra, John aplaudió a rabiar. Sus ojos y mejillas se humedecieron. Era una mezcla de sentimientos: de alegría por ver a Wendy triunfando como primera actriz y de melancolía por el amor al que había renunciado años atrás. El resto de los espectadores también aplaudieron la gran actuación de la actriz, sin reparar en el joven sacerdote que emocionado, rememoraba la secreta historia de amor que vivió el año del postgrado.

Antes de abandonar el teatro, John ofreció una generosa propina al portero para que entrgara a la primera actriz, la rosa roja que llevaba en su mano. No necesitaba revelar su identidad.

Esa noche, Wendy dormía junto a la rosa depositada sobre la almohada mientras un mustio John regresaba en un avión a Darfur.

La