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Promesas - por manuti

Web: http://masmanuti.wordpress.com

Volví a ponerme en mitad del escenario y di una vuelta observándolo todo. Todavía no podía creer que tuviese que actuar precisamente aquí.

Mucha gente no sabe, sobre todo si no son de España. Pero en el norte de África hay un par de ciudades españolas. Una fue conquistada poco después de redescubrir América. Se llama Melilla. Del renacimiento es su ciudadela y algunos fuertes con más de 500 años a sus espaldas. Sin embargo, lo que aún menos gente sabe es que en la época modernista esta ciudad prosperó hasta el punto de permitirse el lujo de contratar los mismos arquitectos que la burguesía catalana. Se construyeron iglesias, hoteles, casas, incluso una mezquita y una sinagoga modernistas que deben ser únicas en el mundo.
Y yo, todos estos años queriendo borrar el recuerdo de esta ciudad, sin hablar nunca con nadie de mi nacimiento ni infancia aquí y mucho menos de lo que pasó al comenzar la guerra civil.
Vuelvo ahora casi octogenario, con este entretenimiento absurdo del teatro en que me metió mi esposa y en el que sigo solo por que le juré que iría de gira con la compañía. «Sombreros para cinco», sinceramente el nombre le viene grande, decir «amateur» es quedarse muy lejos en muchos aspectos aunque es cierto que de vez en cuando hay ciertos momentos de brillo y yo sinceramente me divertía con esto.
Cuando me dijeron que actuaríamos en la ciudad se me heló el corazón, prometo que pensé en no venir, romper mi promesa. Luego, poco a poco, rumiando las posibilidades pensé en que daba igual venir y recordar. Que la prometido debía cumplirse y que al fin y al cabo mis miedos y temores quedarían ocultos al no tener a alguien como ella a mi lado que me conociese tan bien como para notar mi tensión.
Pregunté dónde actuábamos y al decirme que era en el Centro Cultural Federíco García Lorca me relajé. Me dejé llevar y no indagué más, imaginé algún edificio nuevo de la democracia, con ese nombre no podía ser otra cosa.
Así que cuando el autobús nos llevaba de camino a nuestro destino y yo veía lo poco que había cambiado la ciudad en sus textura básica, como las avenidas principales eran las mismas que conocí de niño, como seguían los ficus podados redondos con los troncos encalados hasta media altura sentí que me mareaba. Malditos modernistas y su planificación impecable, no habían cambiado nada por que no lo necesitaban y cuando pasamos la comandancia militar pensé que simplemente lo vería desde el autobús e incluso pensé que podría soportarlo. Pero cuando paramos en la puerta del Colegio del Buen Consejo me empezó a faltar el aire.
– ¿Por qué estamos aquí? – pregunté, aunque por mi cara ya vieron que algo no iba bien.
– ¿Qué le pasa Manuel? ¿no se encuentra bien?
– Si, estoy un poco cansado del viaje y pensé que iríamos directamente al teatro o al centro ese …
– Claro, es aquí.
– No, aquí no puede ser esto es un edificio antiguo.
– Si esto era antes un colegio de monjas, pero lo rehabilitaron y ahora es un centro cultural con un escenario muy interesante.
– ¿Qué tiene de interesante? – dije, mientras recuperaba el resuello a pesar de darme vueltas la cabeza.
– Pues nada más y nada menos que la capilla. Que la desacralizaron y ahora es el teatro del centro cultural.
Cerré los ojos y pensé que aquello era una broma o una maldición. Tratar de cumplir el deseo de la única persona que he querido y saber que no iba a poder disfrutarlo y brindárselo a ella por el simple hecho de ocurrir en el único sitio que me ha perseguido toda mi vida y que tanto esfuerzo había dedicado a borrarlo de mi memoria.

Aquella tarde subí a ensayar. El escenario estaba donde el altar y al fondo en el coro estaba ahora la maquinaria de sonido e iluminación. Entré a la parte de atrás, a los bastidores y vi entrar la claridad del sol poniente por el rosetón que antes iluminaba la capilla. Y recordé aquella noche.

Dos chiquillos haciendo guardia durante los primeros días de la guerra civil. Una noche oscura de julio. Un gesto, un roce mal interpretado, una pelea y un disparo sordo a bocajarro. Huir. Esconderme y dar la falsa alarma desde la vicaría tras la capilla.
– Han disparado a Ernesto, rápido han disparado a Ernesto en la calle.