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ASÍ NO HAY CÓMO - por Zelfus

Aún se escuchaban los aplausos afuera del escenario pero los actores ya habían salido dos veces a agradecerlos cortésmente así que no lo volverían a hacer. En el instante en que regresó, Daissy tiró con desprecio el acostumbrado ramo de margaritas haciendo caer una botella de agua, que afortunadamente estaba tapada. Melissa se apresuró a recogerla disimulando al decir ¡Felicitaciones! De verdad que cada vez lo haces mejor; la escena de los patos fue sencillamente perfecta. –Marcos se olvidó otra vez del reflector en la entrada de Las Rosas, replicó sin responder. ¡Otra vez quedé mal! –No te preocupes, saliste sensacional, en serio, volvió a señalar Melissa con una sonrisa temblorosa. Daissy la miró con fastidio y siguió limpiándose el maquillaje, cuidando que le quedara en los ojos prácticamente igual que en escena. Melissa comprendió el desaire con más resignación que pesar y no volvió a pronunciar palabra. Le hubiera gustado uno de los pañitos húmedos que Daissy estaba malgastando pero no había cómo pedírselo.
Cuando terminó de arreglarse el top que no cubría completamente su pecho, luego de un ligero coqueteo de labios con el espejo, Daissy fue hasta la consola de iluminación buscando a Marcos. Todo estaba oscuro y ordenado, señales inequívocas de que Marcos no estaba allí. En los comedores se encontró a la gran mayoría del elenco, y uno que otro familiar o amigo que nunca falta en la celebración. Fue la presentación número cincuenta y la champaña corría a borbotones de las copas a las gargantas. ¿Has visto a Marcos? –Lo vi cruzar el corredor, creo que iba hacia la escalera. Daissy giró inmediatamente y se encaminó en ese sentido. Unos segundos después Marcos salió de la cocina y dijo: Gracias, hermano. –Para eso estamos, pero creo que te encontrará en un par de minutos: no hay teatro suficientemente grande. Marcos respondió con una sonrisa desconsolada. Caminó hasta los camerinos principales y se acercó al que tenía en la puerta un letrero de plástico dorado que decía Daissy.
Tampoco estaba arreglando las luces. ¡Era imposible que se perdiera en un lugar tan pequeño! Seguro había salido pero, ¿justo en ese momento? Lo mejor sería esperar a que apareciera. A él le gustaba darle sorpresas y así ella se podría encerrar para no aguantarse a los demás miembros de la compañía. Cruzó nuevamente el comedor. Algunos se detenían a mirarla aunque estaban entretenidos escuchando una de las anécdotas de Frankie. Hizo caso omiso y continuó. Entró a su camerino y se encontró con los tristes ojos de Marcos y la extraña sonrisa que sostenía. Lo abrazó y lo besó, saltando de alegría hacia sus brazos. ¿Dónde estabas, Maqui? ¡Te estuve buscando por todo lado! –¿No sabías que tu novio te iba a buscar en tu camerino? La sonrisa de Daissy se ensanchó tanto, que el reflejo de sus dientes alcanzó el rostro de Marcos. ¿Por qué no me iluminaste en la entrada de Las Rosas? ¡Me quedé esperando y casi entro a destiempo! Se quejaba con ese tono de niñita consentida que lo exasperaba, y que desde hace más de una década que no le quedaba bien. El reflector está molestando y cuando lo arreglé no había nada que hacer, se hubiera notado el fallo. –¿Crees que hayan venido los rusos? ¿Viste cómo salió la escena de los patos? Ah, y la levantada, ¡fue magnífica! El público se quedó aplaudiendo después de la segunda venia. Marcos la observaba dando pasos de un lado a otro moviendo objetos sin saber en qué ocupar las manos, mientras él deseaba que ella saliera. Tendría que resistir un poco más. ¿No deberías revisar si estaba Áspidov en el público? Seguro querrá hablar contigo, a menos que quiera una gira de la obra por su país. –¡Ni pensarlo! Ya bastante he tenido que hacer como para seguir por éstas. Voy a buscar a Áspidov para hablarle antes que el director. –Lo mejor será que hagas eso sola. Ve con tranquilidad que aquí te espero.
Cuando Daissy salió, Marcos se aseguró que la puerta quedara cerrada. Golpeó en la puerta del baño con suavidad y suspiró sin hacer demasiado ruido. Temblaba mientras se abría la puerta y su corazón se aceleró tanto que creyó que podía escuchar sus propios latidos. Abrazó a Melissa con fuerza y la miró fijamente. Se besaron despacio pero con muchas ganas. Les hubiera gustado dejar de esconderse de Daissy, pero no había cómo decírselo.