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Noche en la Fenice - por Almudena

9 de Marzo de 1844.
Noche de estreno en el Teatro de la Opera La Fenice, Venecia.

Lo más granado de la aristocracia europea estaba allí, los observa entre bambalinas, amparada en la oscuridad.
La tranquiliza ver sin ser vista. Todos esos mamarrachos cubiertos de sedas, encajes y terciopelos, tan pagados de sí mismos como dispuestos a despellejarla si comete el mínimo error.
Sin embargo solo le interesa impresionar a una persona, sabe que acudirá esa noche, pero su palco sigue vacío.
Escucha el aviso que la reclama, debe ir a su camerino, transformarse en otra, eso se le da muy bien, es lo que lleva haciendo la mayor parte de su vida.
Es su noche, se juega incluso más que el maestro Verdi, puede que ella no sea la protagonista absoluta de “Ernani” pero su actuación es la que más expectación ha despertado.
Todos quieren comprobar si es cierto lo que se dice de ella, que es una soprano que marcará época, que opacará a todas las prime donne del momento.
Si bien algún purista ha creído notar ciertas faltas en su técnica, la belleza de su voz, su presencia y sobretodo su pasión en el escenario han extasiado a todos los que la han visto actuar.
El misterio sobre su persona solo ha logrado encumbrarla más, todos desean verla en persona.
Se rumorea que es la hija ilegítima de un noble inglés y una cortesana española, pero nadie puede dar nombres, ni asegurar los colegios en los que se educó, ni los profesores que la ayudaron a pulir su exquisita voz.
Ella misma se ha encargado de alimentar el misterio.

Ni siquiera el nombre que aparece en los carteles es el que le puso su madre, ni el apellido que figura es el de su padre.
Por eso logra meterse dentro del alma de sus personajes, porque ella misma no tiene ni nombre ni pasado.

Con la primera nota del aria inicial de “Elvira” la Opera enmudece.
Pero la soprano del momento, la gran triunfadora de la noche, solo tiene ojos para un palco, en él clava su penetrante mirada, mientras sostiene las notas con aparente facilidad.
El Conde, inclinado hacia delante en su butaca, ignora a sus invitados, permanece prendido a la mirada de la prima donna, que por alguna razón parece haberlo elegido a él de entre todos sus admiradores.

El teatro amenaza con caerse ante los aplausos, lo siente vibrar bajo sus pies, al fin en su camerino atestado de flores y regalos.
Ni siquiera la ha reconocido y eso que ha podido observarla a su antojo, que le ha mantenido la mirada como el seductor que se cree que es.
Y ahí está lo que esperaba, un inmenso ramo de flores y una nota en la que le suplica que cene con él.
¿Tampoco la reconocerá cuando estén tan cerca? Cara a cara, mirándose a los ojos, ella no ha podido olvidar esos ojos grises que entonces le parecieron terroríficos.
Pero solo fue una de tantas para él, esto se lo confirma.
Han pasado once años desde su primer encuentro.
Ella solo era una huérfana española de doce años a la que él alquiló como si fuera un animal, solo la diversión de unas horas.
Una diversión que casi logra matarla, que le destrozó no solo el cuerpo sino también el alma.
Pero ahí está, es otra, una Diva de la Ópera con un secreto. Un secreto tan monstruoso que le ha dado fuerzas para vivir y trabajar sin descanso durante años, hasta llegar a esa noche.

El destino puso en su camino a ese degenerado, pero también le había dado su voz, su arma y la había conducido a otro hombre que le había enseñado a usarla, a crear un personaje que la protegiera y la sacara de la inmundicia a la que estaba destinada.

Era la noche definitiva, se encontraba de nuevo ante el monstruo.

Todos los que abarrotan el Teatro esa noche son como él, la clase privilegiada, viven al margen de la Justicia, juegan con la vida de los demás, saben que no habrá consecuencias.
Pero el Conde no va a tener tanta suerte, ella será la Justicia.
Por ella misma y por las niñas que seguramente hubo antes y después, al menos él no volverá a hacerle daño a nadie.
Su venganza será lenta, concienzuda y saldrá de ella indemne, tal y como han hecho ellos siempre, lleva demasiados años observando, planeándolo todo como para fallar.