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Un secreto - por Bárbara Lima

Doña Guillermina era una mujer humilde, trabajadora y muy sabia. Trabajaba en la limpieza del Teatro Mundo hacía mucho, un poco más de veinte años, y su trabajo lo hacía con la más divina perfección.
Además de sabia era también muy amable con todos los que allí trabajaban, tanto los funcionarios como los artistas temporales.
Un día, cuando limpiaba el teatro, encontró un sobre rojo debajo de una silla. Como no había ningún nombre, lo abrió y leyó la carta, y allí estaba un secreto muy personal del dueño del teatro. De ahí que entendió el porqué él había salido del teatro aquella noche tan agobiado y antes mismo de terminar el espectáculo.
Esperó hasta el día siguiente, a la primera hora de la mañana cuando el Sr. Pérez vino a buscar desesperadamente el sobre. Se acercó Dña. Guillermina y lo extendió, se lo quedó mirando durante un rato después que se sentó y al mirar Dña. Guillermina él entendió que ella ya sabía de todo o por lo menos la parte importante de la historia.
El Sr. Pérez estaba casado con Dña. Antonia desde hacía treinta años y tenían dos hijos. Toda la familia ayudaba en el teatro y siempre estaban juntos, pero por casualidad o destino aquel día no pudieron estar.
Dña. Guillermina los conocía muy bien, incluso vio nacer a David en el teatro y sabía cómo era de importante para el Sr. Pérez su familia y cómo aquel secreto podría cambiar la armonía de su hogar.
Después de mucho llorar, empezó a contar a Dña. Guillermina la parte de la historia que faltaba y le pidió después que lo ayudara.
Antes de saber que Dña. Antonia estaba embarazada de David, el Sr. Pérez había salido de casa, porque se habían peleado, decidido a separarse. Durante los pocos meses que estuvo fuera de casa, conoció a Liliana y ésta se quedó embarazada también y de la rápida relación que tuvieron nació Susana.
Luego de saber del embarazo de la esposa, él se quedó preocupado y tomó la decisión de volver a casa, pero que no le faltaría nada a Susana.
La carta que le envió Liliana era para decir que estaba muy enferma y le pedía que se quedase con Susana pues era su hija y no había nadie más que la cuidase cuando se fuera su madre.
Dña. Antonia jamás se había enterado de la situación o de la existencia de Susana, por eso el Sr. Pérez estaba como loco sin saber qué hacer.
Dña. Guillermina oyó atentamente cada palabra, pudo sentir el amor que tenía hacia su hija Susana y su desesperación en pensar lo que haría su familia cuando supiera de todo.
Ella se levantó, lo cogió por la mano y lo condujo hasta la puerta de salida del teatro y le dio el siguiente consejo: -La verdad, aunque parezca la peor solución es el mejor remedio para tu aflicción.