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Le Burlesque - por Nina Duke

Desvelar la historia de aquella dama es una necesidad para mí, mostrarle al lector los alcances del amor lo considero un deber moral, son estas mis motivaciones, no otras, las que me llevan a contaran en breves líneas lo que necesitará años en ser redimido. La conocí un tarde del año de 1880 en la ciudad de New York. Sola en medio del tumulto, rodeada de almas que ignoraban su presencia, su dolor clamo por un oyente y su mirada melancólica se convirtió en el imán que me atraería hasta ella. Por eso siempre he creído que la historia llama al narrador a pesar de las distancias insospechables. Poseía un cuerpo de dimensiones perfectas, fácilmente apetecible, pero en su rostro era fácil distinguir marcas de un pasado oscuro. Llevaba los labios de un leve violáceo, su ropa, al parecer bastante desgastada, dejaba ver su silueta desnuda a través de la luz; su cabello enmarañado lograba demostrar en pequeños mechones lo que alguna vez fuera una hermosa cabellera rubia. Aquella mujer llamo mi atención a pesar de su semblante indigente, hoy me pregunto si quizás fuera su recuerdo pasado lo que realmente desee de ella.
Su relato comenzó en un teatro, aquel teatro tan de moda en aquella época, poseía tan solo 20 años cuando comenzó en el mundo del Burlesque. Su belleza fue la principal razón de su triunfo, los hombres de variados lugares conocieron su cuerpo y tuvieron la fortuna de disfrutarlo por un alto valor. Pero su vida, confortable dentro de los límites y las experiencias desalentadoras de su infancia, fue sorprendida por el amor. Una tarde de 1875 conoció a Sally, único motivo por el que en su mirada parece deslumbrar un cierto brillo de felicidad; era un joven de 16 años, rebelde, cansada del mundo de sobreprotección establecido por su familia, a la que los vestidos ajustados y de escaso tamaño llamaban la atención. Al hablarme de Sally nuestra querida amiga esboza una leve sonrisa, y mientras me describe cada momento en su compañía, descubro como la mujer de la silueta perfecta se había enamorado. Ella continúa su relato, pero mi cabeza da vueltas en la confusión, como una mujer que podía tener cuanto hombre hubiese deseado, descubre el amor en una desconocida de ojos brillantes, llenos de ilusión, de busto aun ausente y pensamientos distraídos. Por un momento noto que el tono en su voz ha cambiado, lo que antes denotaba alegría, se llena de amargura. Sally no sentía aquel sentimiento enternecedor, su deseo de libertad la llevaba a entregarse a los hombres e ignorar aquel amor que se le ofrecía en brazos. Igualmente el lector entenderá, desde su mirada crítica y ausente, que la edad de Sally no augura precisamente decisiones sabias ni sentimientos seguros.
Aun así Elizabeth consentía en seguir entregando su afecto a pesar del despreció de Sally, pero el mayor enemigo del amor invadió su cuerpo, el verla disfrutar al lado de los hombre hizo crecer en su pecho un profundo vacío que clamaba ser remediado.
Al llegar a este momento del relato su mirada cambio y el poco brillo de sus ojos se fue perdiendo, una nube de desolación se poso sobre sus ojos azules oscureciéndolos de repente. Su amor se había tornado incontrolable, obsesivo, su único deseo se manifestada en poseerla, en evitar que otros la tuvieran. Aquel amor que prometía salvar su vida, se convirtió en el clímax de su tragedia.
Una noche sin previo aviso su corazón estallo, y tras el la bala que acabaría con la vida de Sally. El momento trascurrió lento y mientras Sally caí al suelo las lágrimas se agolparon en sus ojos, y como si lo viera nuevamente ante mi, sus ojos se inundan, pero las lagrimas ya no caen, el dolor esta anclado en su alma. Ahora el recuerdo que la acompaña son los ojos ya sin brillo que la miran con sorpresa, mientras la muerte se roba su último suspiro.
Más cual fuera la pena de aquella mujer y triste el destino que la persigue, que al finalizar su historia me entrega un pequeño trozo de papel añejo, en el que, con puño y letra, Sally le confiesa su amor.