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Momento fugaz - por Cloe Patra

Carola llevaba días dándole vueltas a un asunto. Se había propuesto aprovechar una concurrida fiesta de disfraces que se iba a celebrar en la terraza del Hotel Condes de Barcelona para acercarse a Marcelo.
Marcelo era el cuñado de una de sus mejores amigas, Elena, estaba soltero y le tenía el corazón arrebatado desde el día que lo conoció. Era un hombre bien entrado en la treintena, alto, moreno, de nariz algo prominente, pelo rubio, con reflejos dorados, y tez bronceada.
Lo había conocido en una cena en casa de Elena, se presentó por causalidad y le invitaron a cenar, también. Durante la cena pudo conocerlo un poco y sabía de él que vivía a caballo entre Madrid y Barcelona, que era abogado y que trabajaba para una multinacional alemana. Sabía también, por un chiste jocoso que le hicieron durante la cena, que estaba soltero.
Desde entonces había soñado con él, había fantaseado hasta la saciedad, había imaginado comidas con él en su casa, conversaciones, situaciones, regalos que podría hacerle si fueran pareja. Pero la realidad era que Carola era una chica entrada en la treintena y gruesa, lo bastante para decir que le sobraban más de 20 kilos, y ella sabía que un hombre como Marcelo, no se iba a fijar en ella.
No había compartido su secreto con nadie, ni siquiera con Elena pues le daba miedo pensar en las reacciones de la gente. Qué le iba a decir Elena, que dejara de soñar…y ella prefería vivir en su burbuja, soñar despierta y leer revistas de moda.
Ahora hacía unos seis meses desde que lo conociera y este amor, secreto y platónico, había dulcificado su vida. Le había ayudado a estar más alegre en su trabajo a sobrellevar mejor los abusos de algunos clientes que se creían que podían pedir y exigir más al estar los tiempos como estaban. Sin casi darse cuenta había renovado, poco a poco, su vestuario, había empezado a maquillarse y a dejar su preciosa melena negra y lisa suelta. Y lo mejor de todo era que ,casi sin proponérselo ,había ido adelgazando, mejorando su alimentación, caminando del trabajo a casa todas las tardes…
Había pensado varias veces en su disfraz para esa noche desde que Elena la invitara a la fiesta hacía un mes. Sabía por Elena que Marcelo, entre otras personas, acudiría. La tarde que Elena se lo dijo se puso roja y su corazón dio un vuelco. Carola no le había vuelto a ver y esa era una estupenda oportunidad. Se disfrazaría, intentaría que no la reconociera y en medio de la confusión, cuando todo el mundo hubiera tomado dos copas de más se acercaría a él y le robaría un beso. A eso podía aspirar.
Tras hacer varias valoraciones se decidió por un disfraz de geisha. El maquillaje sería suficiente para camuflar su rostro, su pelo favorecía el peinado, el vestido era bonito…si, creía que era la elección acertada, además despertaría cierto halo de misterio entre todos. Estaba muerta de miedo ante la idea.
Alquiló el vestido, se instruyó en maquillaje de geishas, gracias a internet, y para realizar el peinado pidió ayuda a su peluquera habitual que , divertida y con algo de esfuerzo, quedó encantada del resultado ,como Carola. Ya era la perfecta geisha para la fiesta.
Carola se había preparado para la fiesta con mimo y esmero. Durante toda la tarde del sábado escuchó músico japonesa, se dio un baño relajante, se depiló, dejó su piel hidratada y perfumada. Antes de salir de casa estaba plenamente satisfecha del resultado.
Llegó a la fiesta y saludó a Elena, quien quedó tremendamente sorprendida. Carola le pidió que no desvelara a los invitados su identidad pues le parecía divertido que no se supiera.
A los veinte minutos de estar allí llegó Marcelo disfrazado de pirata y más atractivo, si cabe, de lo que ella recordaba. La fiesta se prolongó varias horas, bailaron, bebieron, comieron y cuando Carola estimó oportuno se deslizó entre varias personas que estaban de pie, se acercó a Marcelo, que estaba sentado en una banqueta conversando con dos chicas, y como un soplo de aire ,le dio a Marcelo un sutil y suave beso en la nuca.
El se volvió de inmediato extasiado para ver quién había sido, mientras ella, a paso rápido se dirigió a la puerta de salida de la terraza. Y mientras ella esperaba el ascensor, ansiosa, él le cogió por el brazo, le hizo volverse hacía él y la besó.