Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Sangre - por Leosinprisa

Sangre, nada hay en el mundo que despierte tanto horror y admiración. Ese líquido viscoso, esa sustancia pegajosa quien se adhiere a cuanto a su alcance se encuentra y de cuyo rastro es difícil deshacerse.

Hoy he cumplido mi venganza, mi deseo de muerte. Un cuchillo ha rasgado el interior de una persona, la ha roto por dentro, ha sesgado su vida. Soy feliz, desde hace mucho tiempo deseaba serlo como ahora lo soy, lo odiaba. Él lo tenía todo, me había arrebatado cuanto tenía y yo lo despreciaba desde la más ínfima porción de mí ser.

Me cubre la mano con su encarnada manta, noto su sensación pringosa en ella. Es exultante, maravilloso, un deleite que hasta este momento no había comprendido. Me gusta sentirla sobre mi piel, admiro su textura y todo cobra sentido. Matar es delicioso.

Elegí este día, el de carnaval, para sumirme en el más profundo anonimato. Encontré una vieja máscara, ajada por el tiempo y cubierta de polvo, era perfecta. Si alguien me descubría portándola no podría identificar su procedencia y aunque investigasen nunca sabrían quien fue su dueño.

Era antigua, una reliquia de la cual me apropié. Un objeto olvidado, escondido en un arcón profundo en un desván perdido, nadie conocía de esta careta con aspecto grotesco. Una mirada burlona y gesto de desprecio grabado en ella, le conferían el carácter apropiado para mi propósito. Cuando la cogí entre mis manos, supe era la indicada.

Una broma cruel, la sátira de mi vida estaba a su merced. Si acababa con mi adversario, todo cambiaria, un deseo acrecentado cuando me la ponía para comprobar si ajustaba a mi rostro. Encajó como un guante, parecía hecha a propósito. Una inexplicable felicidad me embargaba, cuando podía la depositaba ante los ojos para sucumbir a la intención de colocármela y mirarme al espejo.

Obvié esos recuerdos, ahora todo estaba concluso. Aún así, con la mano empapada en su vital esencia, deseaba más. Tenía ansia de sangre, ahogarme en ella, satisfacer mis deseos más íntimos de muerte y destrucción. Conservaba el cuchillo que tal fielmente me había servido, debía deshacerme de este, lo arrojaría al río. Este era profundo y fangoso, en sus entrañas todo se mantendría oculto hasta el final de los tiempos.

Soy feliz, pero ahora me domina una apetencia que no controlo. No estoy satisfecho con esta única muerte, deseo más. Algo me impulsa, algo oscuro desea saciarse. Encuentro a otra persona, no la conozco ni la he visto jamás.

La ataco, con ferocidad y saña. Clavó mi cuchillo, que ya ha probado la carne de otro, un nuevo baño de líquido espeso y rojo se adueña de mi arma, de mis manos y de mi ropa. Estoy sujeto por un frenesí que me hace feliz, una felicidad que me inunda como nunca.

Miro sus ojos, están confundidos. Se preguntan la razón de esta muerte, luego quedan vacios, carentes de cualquier expresión. Su cuerpo, sin embargo, expresa el horror por su trágico final, esta convulso, contorsionado por el brutal ataque.

Soy feliz, aunque ahora no comprendo la razón. No deseaba esto, no lo quería. Me veo impulsado por oscuras callejuelas, corro para dejar atrás mi segundo crimen. Algo me angustia, sigo dominado por el infame deseo de ser saciado, y no puedo complacerlo.

Sé que si me encuentro alguien, volveré a blandir el manchado acero. Volveré a matar y lo malo es que me gusta, es placentero. Me horrorizo con ese sentimiento, odiaba al estúpido quien mate primero, pero no quiero matar más.

Siento miedo y felicidad. Algo no va bien, deseo desprenderme de la máscara y ver el mundo de nuevo a través de mis verdaderos ojos, pero esta parece haberse pegado a mi cara y no logro quitármela.

Estoy aterrorizado. Noto como el cuchillo busca una nueva víctima, no hay nadie más cerca y ansioso por probar de nuevo su habilidad, se hunde dentro de mí. Desgarro mi cuerpo, una y otra vez, la vida se escapa a borbotones. Caigo al suelo, me envuelve la sangre que pierdo en gran cantidad. Soy dichoso de nuevo.

“La máscara se desprende. Ha perdido su rasgo burlón y la mueca de desprecio. Ahora es risueña, una profunda sonrisa la domina. Ha cumplido su deseo, por fin está cubierta, una gran mancha de sangre y es feliz”.