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Lord Blake - por David Ballester

Web: http://davidballestermena.blogspot.com.es/

El viejo Lord Blake vivía en la oscuridad de su caserío de Lakehill esperando que las sombras enmascaradas de los hombres y mujeres que habían muerto por su culpa apareciesen a los pies de su cama una noche de insomnio cualquiera. Lord Alistair Blake había sido un gran magnate a cuyo paso los londinenses agachaban la cabeza, pero sus días de gloria habían acabado, y las malas lenguas contaban que un turbio asunto ocurrido en ultramar había tenido mucho que ver en ello.

Se decía que Lord Blake había enviado un barco cargado con sesenta negros recién capturados en África a las colonias americanas. Encontrando el envío un mercado que no necesitaba tal mano de obra, el precio que podía haber sacado quedaba lejos de las expectativas. Sin que nadie nunca supiese el motivo, Lord Blake mandó arrojar al mar a los sesenta esclavos. El capitán del navío los lanzó a las aguas uno a uno en una silenciosa procesión nocturna sobre la cubierta del navío. Los sesenta hombres y mujeres perecieron ahogados en las embravecidas aguas.

Fue a raíz de estos acontecimientos que Lord Blake empezó a comportarse de manera errática y temerosa, hablando a sus allegados de fantasmales figuras que se aparecían en sus habitaciones y le observaban a través de grotescas máscaras negras. Un ejército de espiritistas y falsantes pasó por las salas de Lakehill purificando aquellas estancias para el viejo Alistair Blake, que creyó así encontrar la paz.

Su sobrino Elijah Blake decidió sacar partido de la debilidad de su tío. Era un hombre joven y ambicioso, pero también brutal y sin principios. Pese a que su nombre no aparecía ni remotamente en el testamento del viejo lord, Elijah quería recibir la suculenta herencia del viejo loco, y para ello se hizo informar por parte del servicio de Lakehill de las pesadillas que habían atormentado a su tío.

Cuando Lady Mallard anunció que para celebrar la llegada del verano daría una fiesta de disfraces en su casa de campo, Elijah anunció que tanto él como su tío acudirían encantados. La noticia de la presencia de Alistair Blake provocó la mayor de las sorpresas entre los invitados, ya que el anciano lord hacía una década que se había retirado de la vida pública. Elijah tuvo que hacer uso de toda su capacidad de persuasión para convencer a su tío de que le acompañase, y no dudó en apelar al misticismo de Lord Blake, recordándole las apariciones que le habían perturbado tanto en el pasado.

La noche del veintiuno de junio el ostentoso carruaje de los Blake traqueteó por el camino de piedra que llevaba al palacete de Lady Mallard, quien fue en persona a recibir a sus insignes invitados. Alistair Blake descendió del carruaje con paso tembloroso. Cuál fue su sorpresa al descubrir que las máscaras de todos los invitados, excepto la de Lady Mallard, eran completamente negras. Lord Blake quedó turbado y sus piernas le hubiesen fallado de no haber estado Elijah para sostenerle. Pese a la gran atención que recibió por parte de los presentes, su sobrino le disculpó y le llevó aparte, sentándolo bajo unos cerezos desde donde podía ver el baile y la orquesta tocando.

—Son ellos, Elijah —decía con labios trémulos Lord Blake—. Míralos, están ahí, pavoneándose. No dejes que me lleven, no les dejes.

Durante largo rato, Elijah estuvo susurrando al oído del anciano, y sus palabras llenaron de espanto a Lord Blake. Poco después ambos abandonaron la fiesta, y Elijah disculpó a su tío aduciendo su gran debilidad. Aquella fue la primera y última vez que Lord Blake salió de su encierro en Lakehill.

Tres años después murió entre terribles fiebres, rodeado de varios doctores que observaron cómo los últimos esfuerzos que pudo realizar el anciano fueron para señalar hacia la esquina de sus aposentos, cubierta de sombras, y gritales una y otra vez “¿No pueden verlo?”.

Al hacer la lectura del testamento, los familiares de Lord Blake quedaron estupefactos al descubrir que Elijah había sido designado heredero de la enorme fortuna que amasase el magnate. Sin embargo, los años trascurridos junto a su tío en Lakehill habían pasado factura a la mente del propio Elijah, y al poco de recibir su herencia puso en venta el caserío a un precio irrisorio. Cuando le preguntaron la razón, sólo pudo decir: “Siempre me ha parecido que alguien me observaba desde las sombras”.