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SOLO FALTABA LA RUECA - por Patricia

Web: http://deprincesasymeigas.com

Anabel intentaba repasar los acontecimientos que le habían llevado a acabar encerrándose, sofocada, sudorosa y con unas ganas enormes de vomitar, en el cuarto de baño de la casa donde sus nuevos jefes celebraban una fiesta de carnaval. Al mirarse en el espejo encontró con horror su cara desencajada y con el maquillaje licuado. Su perfecto disfraz parecía ahora una caricatura, Maléfica convertida en una vulgar Quimera. Decidió que lo mejor era lavarse la cara, ya daba todo igual.

El agua estaba tibia. Había ido a esa fiesta solo para dar buena impresión. Se frotó la cara suavemente, por el desagüe caía un líquido teñido de verde. Al principio todo fue bien, hasta podía decir que se divertía. Habló con éste y aquel, mostrándose segura como solo ella sabía. Su cara ya estaba limpia, pero le reconfortaba tanto que siguió un poco más. ¿Qué pasó después? Clara Vinardel tras el atuendo de la Bella Durmiente. Se presentó a sí misma sin mediar invitación, estaba encantada de encontrar a quien la había hechizado. Maléfica y una voluptuosa Bella durmiente en la misma fiesta, qué curiosa coincidencia ¿Voluptuosa? ¿Eso había pensado? Se incorporó. Volvió a observarse en el espejo. Eso estaba mejor, sus mejillas habían recuperado el color. Hablaba sin parar, como si se conocieran de toda la vida, y la miraba fijamente de una manera extraña. Se tomaba demasiadas confianzas. Le ofrecía canapés y cócteles sin esperar su aprobación. Sonreía y sonreía. No mantenía la distancia de cortesía… ¿Y qué más? ¿Qué más había hecho? Había… Había rozado sutilmente… deleitándose… el interior de su muñeca.

Maldijo en alto, volvía a sudar como un pollo.

-¿Anabel? ¿Estás ahí?

Oh, no. De nuevo esa extravagante mujer empeñada en tutearla.

-Abre la puerta, déjame ayudarte.

Anabel se sentó en el wáter. ¿Se estaba mareando? ¿Era posible que también le sucediera eso? Era el peor día de su vida. Ojalá no hubiera salido de casa, ojalá le hubiera atropellado un coche nada más poner un pie en la calle.

-Voy a entrar, apártate de la puerta.

No, no, no. Esa mujer estaba loca. Se levantó como pudo, tenía que evitarlo como fuera. Apoyó todo su cuerpo para contrarrestar la primera embestida, sintió temblar la puerta, resentirse el cerrojo. Al otro lado aquella mujer hablaba con alguien, buscaba aliados para su causa. Conseguiría derribar la puerta, no importaba cuánto intentara impedirlo, ella sola no bastaría, no tenía la fuerza necesaria. Entraría. Entraría y no podría huir. La cerradura se resquebrajaba. Estaba perdida. No había nada que pudiera hacer. Se le nubló la vista. ¿Era eso lo que pasaba justo antes de desmayarse?

-Anabel –le golpeaba suavemente la cara -. Anabel, abre los ojos. Vamos, eso es, incorpórate despacio.

Estaba en el suelo y le ayudaba a apoyar la espalda en la pared. La Bella Durmiente humedeció una toalla y se la puso en la nuca a una derrotada Maléfica.

-¿Por qué no me deja usted tranquila? ¿Qué le he hecho yo?

-Verás –Clara se acercó lentamente a Anabel -. el mejor remedio contra los miedos – cada vez estaba más cerca–. es enfrentarse a ellos –Demasiado cerca.

-Señorita Vinardel…

-¿Anabel?

-Creo que me está dando un infarto.

-Shhhh…

Hubo un largo beso que sabía a mojitos y desenfado, a dejarse llevar, a perderse. Sintió que el mundo le daba vueltas, que se ponía patas arriba. Las mejillas le ardían, le hormigueaban los dedos…

No. Aquello no podía ser un infarto.