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El hombre visible - por Albayalde

El hombre visible.

Grupos de gente llenan las aceras, se forman y deshacen corros aquí y allá, el color, la música y la algarabía lo han inundado todo. Cuando menos se espera, el cielo oscuro resplandece y se oye el estallido de los fuegos artificiales que provocan que todos alcen al unísono las cabezas por un instante.

Las calles están abarrotadas de personajes que buscan divertirse a toda costa. Es lo que han estado esperando durante meses. Semanas de preparativos para que todo salga como se espera. El placer de colocarse sus máscaras y disfraces y salir a la calle sin que los reconozcan a primera vista. Meterse en otro cuerpo que no es el suyo para actuar como si realmente lo fuese, creando una ficción momentánea para sobrellevar un poco más su realidad y disfrutar del anonimato que les brinda esa otra identidad que han usurpado. Un necesario paréntesis de invisibilidad.

La mayoría oculta por un día quién es y se divierte con ello. Sin embargo, hay algunos que realmente quisieran ocultarse por más tiempo, incluso para siempre. Pero eso no es posible, cada rostro es único. No hay dos exactamente iguales en el mundo, ni siquiera al ser gemelos. Cada uno tiene unas características propias. No existe ningún doble de nosotros mismos en ninguna parte, no hay dos personas iguales. Cuando se quiten el disfraz, estarán obligados a seguir con sus vidas cotidianas, con las cosas que les gustan de ella y con las que no, con sus alegrías y sus culpas. Las balanzas son variadas, al igual que los atuendos. Hay disfraces que te devuelven a la infancia, algunos que sacan tu parte oscura que busca un respiro de alivio, otros muestran lo que quieres ser e incluso los hay que hacen que te veas como quisieras haber sido o como te gustaría que te viesen los demás. Mientras la noche dure, todos llevarán a ese personaje encima y desfilarán en una cabalgata de eufemismos andantes.

Mi caso es único. Cuando el resto finge ser otra persona, yo lo soy, soy una persona. Durante unas horas puedo ser alguien. Mientras toda esta gente que me rodea se esconde, yo me muestro, consigo que me vean. Solo tengo que tener cuidado de que mi máscara no se caiga, es lo único que empaña estos momentos.

Al sentir que al fin soy alguien real y concreto experimento una sensación única… un regocijo intenso y casi eléctrico invade mi cuerpo. Mi traje me envuelve por completo, haciéndome visible y dándome la entidad de la que carezco desde el comienzo de mi paradójica existencia. Así puedo moverme plenamente consciente de mi visibilidad. El mundo que me rodea puede percibirme. Al andar entre la multitud, noto cómo los demás me abren paso o se vuelven para verme mejor mientras hablan de mi. Soy único entre ellos y sin saber cómo, ellos también lo saben.

La máscara me da este privilegio por una noche, me protege, si se me cayera todo quedaría a oscuras y me perdería en el caos que me rodea, no sabría encontrar dónde estoy. Si esto ocurriese volvería antes de tiempo a mi día a día dónde no soy nadie, volvería a la desaparición permanente, porque bajo la máscara no hay nada. Es por eso que tengo miedo de perderla, inquietud cuando por algún motivo se mueve de su sitio o se descoloca. Miedo a que vean que no soy nadie y que no tengo cara, solo unos ojos sin mirada.