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La carrera perdida del Cutty Sark - por Fernando Falcoff

Web: http://www.ffalcoff.wordpress.com

La carrera perdida del Cutty Sark

Su semblante lo decía todo: el Thermopylae llevaría el primer té desde la China y él, Richard Woodget, Capitán del Cutty Sark, perdería la carrera. Caminó, ondulante y gruñón, por la cubierta de aquel clipper, uno de los últimos veleros en ser construídos. Exento de cualquier tipo de guardia, subió por el mástil hacia la cofa del vigía; parecía abstraerse en los tonos oscuros y desinhibidos de altamar, al otear con periférica determinación a babor y a estribor. En realidad el capitán escudriñaba la cubierta, ante la mirada de una tripulación que, según él sospechaba, lo arrojaría al mar si la oportunidad se presentara.

Recordaba entonces la apuesta entre él y el capitán Jeff Hughes del Thermopylae, casi sollozando mientras el Cutty, desprovisto de timón, avanzaba lentamente y a la deriva, faltando tan solo unos días para llegar al puerto.

Su tripulación estaba compuesta mayormente por saqueadores, criminales, borrachos y corsarios retirados; incapaces de navegación autónoma alguna (el capítán había tomado sus recaudos). ¿Quién sería, entonces, tan estúpido para robar el timón del Cutty Sark?
Sacó su pipa, la encendió y aspiró suavemente el humo de aquel tabaco chino que había conseguido en el muelle, a cambio de transportar a cierta pasajera, quien no había mostrado demasiado su cara pero sí su busto.

Los ojos del cincuentón divagaban acompasadamente en las nubes que se trazaban caóticas en línea recta sobre la proa. De repente, sus párpados se elevaron con la misma presteza de las velas en los mástiles y fue su mirada tan introspectiva que cualquiera podría haber entrado a través de sus ojos y saqueado su alma sin que él se percatara. Era como si el mismísimo Poseidón le hubiera susurrado la respuesta al oído: había sido Molly, forajida de los muelles, ex-polizón del Thermopylae y descendiente directa de Calico Jack Rackham y Anne Bonny, legendarios piratas.

¡Por supuesto, aquella marca en su busto no era una cicatriz, era el tatuaje del mapa hacia la isla del tesoro, tan característico en aquella familia de corsarios!

-¿Dónde está la muchacha! vociferó, con la furia británica y controlada de cualquier capitán respetable.
-¿Qué muchacha, capitán? gritó el maestre Balthasar Blake desde cubierta, con sus manos en forma de embudo, intentando que su voz se propagase.
-La muchacha que abordó en… entonces recordó su trato con ella, a quien un puñado de tabaco y un par de caricias habían conseguido un pasaje a bordo del Cutty Sark, gracias a la libido arrolladora de su capitán, disimulada ante los ojos de la tripulación.
-¡No dije muchacha (girl), dije gaviota (gull)! alcanzó a articular el capitán, al contemplar a la pelirroja Molly cerca de la popa, alejándose en uno de los botes salvavidas y alzando en su mano, como quien exhibe un trofeo, el timón del Cutty Sark.