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Mensaje en una botella - por Edena Ruh

Web: http://relatandome.wordpress.com

Marco sigue mirándome sin hablar, sentado al lado del recipiente del agua. Unas hojas atadas y entrelazadas para recoger la lluvia. Yo creo que cuando este distraído pescando va a romperlo todo. Es un rencoroso, no aguanta que la idea de entretejer las hojas para recoger agua de lluvia se me ocurriera a mí. Hace unos días le pillé intentando soltar una de las cuerdas que unen los troncos de la balsa mientras yo intentaba dormir un poco. Pero el muy rencoroso se sentó en su rincón y otra vez su mirada perdida mirando al horizonte. Pero eso sí ni una palabra. Desde ese día tengo que estar pendiente de él a todas horas no vaya a ser que destroce algo o tire los últimos trozos de coco al mar.

Estoy empezando a cansarme del color azul. Mire a donde mire, azul. Azul claro por el día, azul oscuro por la noche, pero siempre azul. De vez en cuando alguna ola trae un poco de blanco, pero con las olas vienen los mareos. No, tampoco me gusta el blanco. El coco es blanco, aunque está recubierto de unos pelitos marrones. Un fruto con barba, resulta gracioso, pero seguro que la mía es más larga. Mataría por un trozo. Mirándolo bien la luna parece un coco un poco mordido, eso si, seguro que por Marco. El canalla ya no se queda en su sitio, ahora cada vez que le miro me apunta con el dedo índice. Está empezando a darme miedo, creo que se está volviendo loco. Ya no me deja ni siquiera pescar, ha cogido la caña que hicimos juntos días antes de partir y no me atrevo a quitársela. Esta mañana mismamente, los peces empezaron a saltar a babor, o se dice estribor, no sé, a nuestra derecha y no tuve el valor de pedírsela.

Marco ya habla. Ha sido esta mañana. Vi que algo brillaba a lo lejos en el agua y reme hasta allí. Era una botella de vino, ¡llena!, así que la he recogido y nos la hemos tomado entre los dos. Necesitaba beber. La cesta se rompió el otro día y cayó al agua. Me ha dicho que fue por mi culpa, que no se hacer nada. Que lo único que hago es robar. Le robo el agua a las nubes, los peces al mar y ahora había robado la botella. Ha intentado pegarme, pero me he tapado con la manta y se le ha pasado. Ahora está en su rincón con la vista en el agua.

Esto si que no. Ha empezado a gritar. Me llama ladrón, y yo no soy ningún ladrón. No he robado al mar ni a las nubes, son ellas las que me dan de comer y de beber. Y por mucho que se lo repita él sigue llamándome ladrón. Pero no dice que por su culpa se rompió la cesta del agua y ya no podemos recoger la lluvia, no eso no lo dice. Y que por su culpa solo podemos beber el agua tan asquerosa, que YO recojo del mar con la botella que encontré. Pero el muy rencoroso se empeña en llamarme ladrón. No puedes robar algo que es tuyo. Sí, la construimos entre los dos, así que es mía, no soy un ladrón, la barca también era mía, no soy un ladrón, no soy ningún LADRÓN.

No aguanto más, no puedo soportarlo. Me estoy muriendo de sed. Cuando guarde este papel en la botella, cogeré el cuchillo y terminaré con todo. Si estás leyendo esto, estás leyendo a un ladrón, un mal amigo, un traidor y a un muerto. SÍ, yo cogí la balsa y todas los víveres que habíamos almacenado, pero lo hice porque era imposible que sobreviviéramos los dos. Le dije que no podríamos, que lo echáramos a suertes, pero no quiso. Nos iba a matar a los dos. Pero ya da igual, él estará en la cabaña de la orilla y yo ya no existo. Si algún día encuentras a Marco dile que lo siento.