Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La piedra. - por Carla Saint Claire

Web: http://lacrymarum.blogspot.com.es/

Podía sentir el suelo de madera temblar a sus pies, como el soldado temeroso que intuye la inminente carga de caballería detrás de la colina, oía las grandes zancadas que venían tras él y no podía hacer otra cosa que seguir corriendo, todo mientras en su cabeza se agolpaban ideas de posibles escapatorias, las cuales desechaba inevitablemente sobre la marcha.

Salió al exterior a través de la estrecha escalera y observó lo que había a su alrededor con una breve pausa para recuperar el aliento. Una hilera de gotas bajaba por su frente, plagada de mojados mechones pegados a ella. Los pasajeros del ferry que se encontraban a aquel lado le miraron extrañados, pero él no tenía tiempo que perder, estaban muy cerca.

Una joven chilló cuando de aquel angosto pasillo salió una horda de guardias, persiguiéndole a toda prisa. Jamas había imaginado que en un barco turístico pudiera tener tanta seguridad, nunca antes la habían tenido. Jason Moher ya había reanudado su fatídica carrera unos segundos antes de que la furibunda manada de guardias saliera a la luz, pero el horizonte, marcado por un intenso azul interminable, arrebataba sus pocas esperanzas, en la inmensidad del océano poco lugar tenía al que huir.

¡Agarrad al ladrón! – gritó uno de los agentes de seguridad mientras le señalaba, sin dejar de correr tras él.

Las miradas de los viajeros se cruzaban con la suya cuando los esquivaba a una velocidad endiablada, el viento golpeaba su rostro a penas dejándole ver mas allá de un par de metros, pero aún así saltó varias mesas de la terraza de la cafetería con agilidad felina, arrojando al suelo todo lo que se encontraba mientras los guardias se veían cada vez mas atrás, entorpecidos por los obstáculos que ponía ante su paso. Echó la mano a su pecho y pudo sentir a la culpable de la situación que vivía en aquellos instantes, en el bolsillo interior de su chaqueta.

La proa del barco cada vez se hacía mas estrecha, en estos ferrys tan enormes era difícil percibir la curvatura que iba tomando el pasillo por el que corrían, pero él había viajado en ellos desde hacía años y los conocía a la perfección, sabía que pronto no habría mas que una caída de diez metros contra el embravecido mar, pero siguió hacía delante.

Como no podía ser diferente, llegó al final de su trayecto topándose de bruces con la barandilla, debajo pudo ver como el barco cortaba el mar a su paso. Se dio la vuelta con los músculos agarrotados, se tenía por un hombre atlético, pero hacía días que quedaba exhausto por cualquier mínimo ejercicio, todo ello desde que tenía en su poder aquella piedra… esa maldita y misteriosa roca por la que le perseguían en aquel momento.

Contó a los miembros de seguridad, habían llegado ya hasta él seis de ellos, y otros tantos se empezaban a dejar ver cruzando la esquina que llegaba a final de la proa, jadeantes y con cara de pocos amigos, todos ellos alzaban sus pistolas hacía él… no había otra forma. Su brazo, antes cansado y flácido, se movió como impulsado por un resorte, metiendo la mano por dentro de su chaqueta, debía cogerla, si lo hacía tendría una posibilidad, pero la velocidad a la que un dedo recorre unos pocos milímetros impulsando un gatillo, por mucho que le pesara, era superior a la que él podía alcanzar.

Estaba allí, podía sentir el frío tacto metálico de la caja en la que estaba guardada en la punta de los dedos, pero esa sensación se disipó enseguida, sus brazos se desplomaban inertes y quedaban colgando mientras sus rodillas flaqueaban. No sintió la caída, ni siquiera el tremendo impacto de su cabeza contra el suelo, ajeno a todo, como una película a la que le habían quitado el volumen. La caja había salido de su bolsillo en la caída, reflejando el sol en su superficie cada vez mas cubierta de una espesa capa de un liquido rojo que intuía era su sangre. Intentó estirar unos dedos que ya casi no sentía, pero unos pies aparecieron ante sus ojos, y una mano agarró la caja, llevándosela hacía arriba. Alzó la mirada, un guardia había abierto la caja y sonreía con satisfacción, a ojos del mundo habían recuperado algo de un peligroso criminal, pero mientras los suyos se cerraban para siempre, solo Jason sabía que era él quien estaba siendo robado. Y así, junto a él, moría la verdad.