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MISIÓN INCREÍBLE - por Petra

El hilo de la caña de pescar, se movía suavemente, igual que la pequeña barca de remos. Apenas necesitaba el ancla para permanecer en el lugar, debido al mar calmado del que disfrutaba José en aquel momento por un lado. Y por otro, por el enorme cabo que mantenía el bote sujeto al transatlántico. José había escapado del camarote que compartía con tres de sus familiares. Habían conseguido ahorrar lo suficiente para disfrutar de un crucero por el Mediterráneo, lo que había sido una proeza pues eran diez los que viajaban. Necesitaba un rato de silencio y tranquilidad y justo eso es lo que estaba consiguiendo. Fue una sorpresa saber que el barco ofrecía la posibilidad de pescar, cuando éste mantenía los motores apagados. Recostado sobre el fondo de la barca observaba la punta de la caña. Y descansaba su torturada cabeza. De repente la caña se curvó tensa, y los avisadores tintinearon alertando de la captura. De un salto José se acercó y comenzó a recoger el sedal. Le llamó la atención la fuerza con la que el pez se resistía. Sentía curiosidad por ver qué había cogido, tendría que ser un buen ejemplar. Cuando, por fin, vislumbró el final del sedal, una bolsa con forma de saquito se balanceaba perezosamente. José la cogió con prudencia. Al sostenerla comprobó lo pesada que era. Tras liberarla del anzuelo, la abrió. Un collar con piedras verdes unidas por un cordón dorado, era su contenido. Inmediatamente José pensó en su hermana María que trabajaba en una joyería del barrio, y aunque dudaba que nunca hubiera visto algo así, se lo enseñaría para que le diera su opinión. Mientras José se alejaba con potentes golpes de remo impulsados por sus fuertes brazos, una cabeza de buzo emergía del fondo del mar y lo veía alejarse a través de las gafas. Ante la imposibilidad de seguirlo, memorizó el número que la barca llevaba impreso. No le quedaba más remedio que averiguar en el registro del barco, la identidad de la persona que acababa de arrebatarle la joya, que con tanta minuciosidad había planeado robar.
Natasha, el buzo, regresó a su camarote. Llamó, con un dispositivo especial de seguridad a su jefe y le explicó lo ocurrido. Éste tan solo le dijo que lo recuperase. A Natasha un sudor frio le recorrió la espalda ante el tono gélido de su superior. La monarquía de su país estaba en peligro. Una de las princesas, había sido engañada por un hombre sin escrúpulos. Había conseguido enamorarla y como prueba de su amor le pidió una de las joyas de la familia real. Y ella se la entregó. El hombre era sicario de una organización contraria a la corona. Pretendían derrocar la institución, provocar el caos en el país y hacerse con el poder en medio de la confusión. El detonante sería el hallazgo del collar en manos de uno de los terroristas más buscados, junto con la carta de amor de la princesa.
Natasha como agente especial del servicio de inteligencia, había sido designada para recuperar el objeto, y todo había salido a la perfección, a pesar del riesgo corrido, hasta el momento en el que ese inoportuno pescador apareció.
Sentada en la cubierta del barco, esperaba que apareciera el hombre que le había robado. Cuando lo vio, iba acompañado de su sobrina de cinco años. Natasha se atragantó al ver salir a la niña con el collar puesto. José la llevaba de la mano.
María la hermana de José, al estudiar con detenimiento el collar, le dijo a su hermano que no era más que una baratija de mercadillo. Lo cierto es que María, acababa de ser contratada en la joyería, y se encargaba de la contabilidad. Jamás había visto una esmeralda auténtica. Pero como única representante del gremio, ninguno dudó de su conocimiento.
José se sentó junto a una mesa con su sobrina. Natasha estaba impactada por la situación absurda en la que se encontraba, y no se percató de los ocho personajes que con gran barullo se acercaban a José. Nuria, otra de las hermanas del muchacho, se fijó en la preciosa chica rubia que no quitaba ojo a su hermano. Natasha por su parte, a lo que no quitaba ojo era al bolsillo en el que José se había guardado descuidadamente el collar, cuando la pequeña decidió entrar en el parque infantil de bolas.
José advertido por Nuria la buscó, y Natasha le regaló una sonrisa espectacular. La misión continuaba.