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El tesoro robado - por marcos

Web: http://marcosmoriana.wordpress.com/

El tesoro robado.
—¡Rayos, centellas, retruécanos y truenos! ¡Por las barbas de Neptuno! ¿Quién ha sido el maldito bribón que ha osado robar mi preciado tesoro? —gritó el capitán pirata Pecholata. —¡Levantaos inútiles mascachapas!
—Capitán, ¿qué es lo que ocurre? —Intervino el segundo al mando, el teniente Roberto Ojotuerto.
—¡Peinaovejas, muerdesartenes, chupacharcas, lamecandaos, masticalegañas,…! ¡Os pasaré a todos por la quilla! —No paraba de lanzar improperios el capitán a todos los tripulantes del barco pirata Pandacafres.
—Avisa al contramaestre Isolina Gato Sardina, que se presente de inmediato ante mi o le mandaré a criar malvas.
—Sí, mi capitán. —Contestó el teniente.
Ojotuerto se puso a buscar al contramaestre por todo el barco hasta que logró encontrarlo durmiendo la mona en la popa.
—¡Despierta cabezabuque! —Le gritó mientras le propinaba tal puntapié que casi le mandó a pastar con los tiburones.
El capitán te reclama de inmediato, no le hagas esperar o de sardina sólo te dejará la raspa.
—¿Dónde está el capitán?
—Por babor.
—Por babor, ¿dónde está el capitán?
—¡Rufián insensato!, levanta y corre. Ya sabes que los muertos no hablan. —Le contestó un malhumorado teniente.
El contramaestre no se lo pensó dos veces y se dirigió de inmediato al encuentro con su capitán. Conocía todas las historias que de su famoso capitán se contaban, historias en las que nunca dejaba supervivientes, aunque pensándolo bien, si nunca dejaba supervivientes…¿esas historias quién demonios las contaba?
—Mi capitán, a sus órdenes. —Le dijo el contramaestre Isolina.
—¡Maldito bastardo! Manda a todos que suban a bordo. (Y bordo murió aplastado)
Una vez reunidos todos los piratas, el capitán se dirigió a ellos informándoles que su tesoro había desaparecido.
—Bellacos, uno de vosotros ha robado mi tesoro. Nadie saldrá vivo de este barco. Ofrezco mil chinches de oro a quien consiga encontrar a mi preciado loro.
—También os debo dar dos noticias, una buena y una mala. Os daré primero la buena.
Como llevamos navegando en busca de barcos a los que abordar más de tres años, cuatro meses, dos días y seis horas; os vais a poder cambiar los calzoncillos. —Ante tal buena noticia todos los piratas gritaron vitoreando a su capitán.
—¿Y la mala noticia? —Contestó Román Calaveracalva.
—La mala es que; tú Román, te los cambiarás con Aquiles Canto, tú Barba Melón te los cambiarás con Edgar Ganta, tú Solomeo Paredes te los cambiarás con Aldo Lorido,…
Todos los piratas comenzaron a investigar, a buscar al responsable de la desaparición del loro Tesoro.
Se hacían preguntas entre ellos para encontrar al culpable. Después de muchas horas encontraron al ladrón.
—Tú, pillastre. ¿Cuántas anclas tiene un barco?
—Esteeeee, mmmmm. ¡Once! —Contestó.
—¿Qué? ¿Cómo que once?
—¡Claro! No ves que siempre dicen: eleven anclas.
—Capitán, capitán. He encontrado al ladrón. —Y en un momento todos los piratas acudieron a la llamada y ataron a Manoslargas, que así es como se llamaba nuestro ladrón de loros.
—¿Qué has hecho con mi loro, rufián? —Le preguntó el capitán Pecholata.
—Oh, nada mi capitán, anoche entré en la bodega en busca de más ron y escuché una voz que me dijo: “¡Jesús te está mirando!” Entonces me asusté, pero como no ocurrió nada y seguía teniendo sed, continué. Y de nuevo volví a escuchar la voz que me dijo: “¡Jesús te está mirando!” Asustado prendí una vela y advertí que la voz venía de su loro. Le pregunté cómo se llamaba y me dijo que Tesoro. “¿Y quién fue el tonto que te puso ese nombre?” le dije. Y él me contestó: “El mismo que le puso Jesús al doberman que tienes detrás, zopenco.”
Y entonces se armó tal belén que huí, dejando a oscuras a los dos animales, y no logré adivinar qué es lo que puÉdo pasar después.
—Arrr, ¡voto a bríos!. Llevadle a estribor para lanzarlo a los tiburones. Y a Jesús también. Los pasaremos por la plancha y daremos de pastar a los tiburones. —Bramó enfadado el capitán ante la idea de que su loro hubiese pasado a mejor vida.
—¡Tierra a la vistaaaaaa! —Gritó desde lo alto el vigía del barco. Y todos los marineros se quedaron ciegos.
Manoslargas y Jesús aprovecharon que los piratas se echaban tierra unos a otros para escapar. Arriaron un bote y se alejaron del barco pirata, el único con un pirata sin loro.