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En busca de una sirena. - por Patricia Ferrer

Web: http://patriciandromeda.wordpress.com

Posó delicadamente su recién estrenado barquito sobre las calmas y cristalinas aguas que se abrían frente a él. A lo lejos podía contemplar la sinuosa espalda de una bella sirena de cabellos dorados y piel canela; y no necesitó recurrir a la imaginación para saber que unos ojos verdes cual esmeralda recibirían con sorpresa la llegada de tan extravagante viajero.
Esa sirena que se divertía a lo lejos, jugando despreocupadamente con el agua y ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, era el objeto y destino del humilde barquito. La culpable de que un valiente viajero hubiera fijado su rumbo con la firme intención de recuperar lo que, en esencia le pertenecía. Porque por muy sirena que fuera ante sus ojos, no tenía derecho a robarle el corazón sin entregarle nada a cambio.
Era paradójico el sosiego que sentía ahora mientras contemplaba el casco reposando tranquilamente sobre el agua, si lo comparaba con el estado de ansiedad y nerviosismo que había experimentado durante las últimas semanas… ¡Pensar que había dedicado horas y horas a buscar la perfección estudiada, milímetro a milímetro, sin que ningún elaborado plan hubiera acudido a su mente! Pero hacía dos noches que por fin había logrado, sin proponérselo, que la calma regresase a su vida; fue cuando decidió relajarse saliendo a pasar un rato al porche de casa, sentándose en compañía de un puñado de frutos secos y la voz cantarina de su sirena de largas piernas, que le hablaba desde algún rincón del interior de la casa.
Fue en el instante en que ella exclamó de forma risueña “parece que pronto quedará inaugurada la temporada de baños”, mientras él desmenuzaba parsimoniosamente la cáscara de un cacahuete, con la mente en blanco e intentando vislumbrar alguna estrella entre las nubes grises, que la escena que tanto había estado buscando, cobró vida ante sus ojos de manera inesperada.
Sencillamente lo supo. Visualizó cada segundo y cada detalle de cuándo y cómo lo iba a hacer; y sintió que todos sus temores se esfumaban como volutas de humo difuminándose en el viento.
Contempló con infinita ternura aquel barquito de cáscara de nuez que transportaba ahora todas sus esperanzas; al igual que aquellos mismos barquichuelos repletos de ilusión y aventuras que su abuelo le había enseñado a fabricar de pequeño, y que lanzaban a navegar por el tempestuoso mar del lavamanos cuando su abuela lo llenaba de agua teñida con azulete para devolverles la blancura a unos pañuelos.
Rasgó la quietud del agua con un ligero impulso de su dedo índice, y observó cómo su delicada creación se alejaba, tomando el mando de su propio rumbo mientras las velas, hechas con los pedazos de una servilleta de papel, se henchían como por arte de magia con la brisa.
Es cierto que tan sólo eran unos pocos metros dentro de una tranquila piscina de fondo azul; pero a él se le antojaba que su empresa era tan digna como la de los clásicos héroes antiguos, en la que su importante embarcación podía zozobrar e incluso naufragar. Sus esperanzas e ilusiones iban una vez más a bordo de ese barco, camino de la que le había robado el corazón, sólo que en lugar de ir a buscarlo, iba a entregarle lo único que aún le pertenecía: su voluntad. Porque en ella moraba ahora ese corazón que ya no le pertenecía a él; y así es que ella se había convertido en su faro, en su Ítaca personal… el hogar al que siempre regresar.
La travesía se le hizo eterna, observando desde su extremo de la piscina cómo el cascarón de nuez avanzaba lentamente pero de forma segura; admirándose del poder de abstracción de su sirena particular, que seguía ajena a lo que acontecía en torno a ella, como si fuese la única superviviente tras un holocausto.
Finalmente el barquito logró su empresa y atracó en el puerto de sus manos, y la sirena despertó de su ensueño para descubrir a su enamorado esperándola en la orilla opuesta. Examinó extrañada el cargamento y una radiante sonrisa apareció en su rostro como una explosión de primavera al descubrir un pequeño anillo que lo expresaba todo sin decir nada.