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Galletas - por JesusM

Web: http://deliriodeforme.blogspot.com.es/

Hace mucho frío. Rozándonos con los brazos y las piernas nos damos algo de calor, esa es la ventaja de que viajemos tantos y tan juntos unos de otros. Tengo ganas de orinar, pero cuesta mucho trabajo llegar hasta el otro lado de la barca. Hace un rato se organizó una pelea nada más que por un pisotón. La cosa se calmó cuando se acercó el patrón y los amenazó con tirarlos por la borda si se volvía a repetir algo así. Se sentaron de nuevo porque sabían que hablaba completamente en serio.
Quiero llegar ya a tierra firme, aunque no sé muy bien qué voy a hacer allí. Algunos dicen que el patrón ha organizado algo y nos estarán esperando, que eso iba incluido en el precio, aunque no estoy muy seguro de eso. Detesto el mar, no sé ni siquiera nadar. Lo único que me gusta son los peces que brinda, me encanta el olor que asciende por el aire cuando se cocinan a la parrilla. Meto la mano derecha en el bolsillo de la chaqueta y toco un paquetito de galletas que custodio allí. Más que guardar, las escondo. Esta mañana se las robé a una chica. Está sentada a un costado mío. Es muy guapa, tiene los ojos más grandes que he visto en mi vida. Hay un muchacho pequeño sentado a su lado, no sé si será su hermano o su hijo. Parece demasiado joven para tener un niño, aunque quién sabe. El niño apenas separa los ojos de sus zapatillas y la chica le acaricia la cabeza. Levanta la vista y dice que tiene hambre. Tengo la mano en el bolsillo y acaricio el borde rugoso de las galletas. La chica sisea, mandándolo callar, seguro que también teme al patrón. Acerca su mullida boca a la oreja del muchacho y le dice algo que yo no puedo entender. Con los dedos se seca una lágrima incipiente que comenzaba a nacerle del venero de sus ojos negros. Ella gira la cabeza y me mira, muy seriamente. Me muerdo los carrillos. Entonces me sonríe. Sus dientes brillan como las estrellas en el desierto y sus labios parecen que pudieran acogerte como una cuna. Con la mano con la que no acaricia al niño se aparta hacia atrás su pelo rizado. En las mejillas se le forman dos hoyitos que me gustan mucho. Ella cierra los ojos y apoya la barbilla sobre la cabeza del pequeño. Por un momento, imagino que es mi mujer y ese niño nuestro hijo, y que vamos a comenzar una nueva vida juntos. Trabajaremos duro, y tendremos más niños y seremos todos felices. La piel de su brazo refleja las gotas heladas de agua de mar que de cuando en cuando nos salpican, y pienso que no puede haber nada más suave en el mundo. Saco una de esas galletitas y la cobijo con la mano. Con cuidado, me la llevo a la boca, poniendo precaución para no hacer ningún ruido mientras la mastico.