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Locura Azul - por Moona

Web: http://moonanet.blogspot.com.es/

A todas las unidades… El sospechoso ha huido en un Saab plateado por Madison Avenue en dirección este. Va armado y es peligroso. Ha herido a un policía…

El mensaje suena en los coches patrulla. Las calles se llenan de sirenas de coches policía y ambulancias. La mente de Mike es un ordenador que intenta dar con la ruta óptima de escape, mientras revive la locura del atraco de hace tres días. Escogieron varias cajas al azar y la que constituía su objetivo. Se sentían con derecho a recuperar lo que en otro tiempo fuera de su abuela, la Comtesse du Sheelly, y que su padre perdió apostando. Mike conduce con temeridad, esquivando coches en sentido contrario y saltándose semáforos, mientras baraja posibilidades. Habían quedado en dejar la ciudad el sábado, pero los golpes en la puerta de su apartamento aceleraron el plan. Ha escapado por la escalera de incendios, disparando a policías apostados en el callejón, y ha robado un coche a punta de pistola. Quieren cercarle. Su única opción es el barco, pero detesta la idea de que los explosivos sigan aún allí.

No lejos, un yate de lujo avanza despacio. Robert ha reservado mesa. Es el escenario elegido para proponer matrimonio a Claire. Lo hará antes del almuerzo, en cubierta, con el mar y el cielo de testigos. Ahora toman un cocktail en el bar. Salta a la vista que están enamorados, y no prestan atención a las noticias.

¡Espectacular persecución! Mientras esperamos imágenes en directo grabadas por un testigo, conectamos con Main St, donde la huida de un sospechoso del pasado atraco a Glady's Bank ha ocasionado múltiples accidentes. Como recordarán, la cámara acorazada fue forzada con explosivos y se llevaron el contenido de varias cajas de alquiler. ¡Ahora sí! Ann, ¡adelante!…

El barman sube el volumen, mientras Claire y Robert salen a cubierta, a sentir la brisa y ver a las gaviotas. Pasean abrazados, admirando la grandiosa belleza del mar.

El Saab llega al muelle a toda velocidad. Mike detiene el vehículo, sabe que les lleva escasos minutos de ventaja y corre hacia la lancha. Libera amarras hábilmente y sube sin perder un segundo. Arranca el motor y maniobra para salir a toda velocidad, mientras escucha las sirenas acercarse. Ha de llegar al otro lado de la bahía.

En el yate, Robert, nervioso, con la mano en la cintura de Claire, la guía al sitio elegido.

— Claire… He pensado mucho en este instante. Habría deseado que fuera en Venecia, pero no puedo esperar —dice poniendo una rodilla en tierra y sacando de su bolsillo una cajita—.

Un par de lanchas salen en pos de Mike, y van acortando distancias. Un helicóptero se suma a la persecución. Mike está perdido. Estarán sobre él en breve. No ve escapatoria.

Robert alza la vista hacia los azules ojos de Claire.

— ¿Quieres casarte conmigo? —pregunta abriendo la caja y mostrando un maravilloso anillo.

Alertados por las noticias, varios pasajeros salen del bar a ver la persecución en directo. Claire y Robert están absortos en su mundo.

— Ya sabes la respuesta sin más que mirar mis ojos. Sí, Robert, ¡sí!

Una de las lanchas intenta cerrar el paso a Mike, quien vira a estribor, donde está la otra. Todo ocurre con mucha rapidez. Desde la lancha efectúan disparos y dan en el blanco. Mike se desploma, herido, sobre el timón, pero ve que el yate está en su trayectoria. Tiene que esquivarlo, pero no puede… "¡Los explosivos!", piensa.

Claire sostiene el anillo entre sus dedos, admirando la exquisita factura.

— ¡Es precioso, Robert!

El impacto es inevitable. La motora embiste al yate por la mitad, la explosión se ve desde la costa. Todo es caos. Robert sale despedido al agua, seguido de Claire, de cuyos dedos escapa el anillo, directo al mar.

Horas después, el muelle es un hervidero de actividad. Policías, equipos médicos y periodistas dividen su tiempo entre los ocupantes del yate. Claire está empapada, arropada por una manta, conmocionada por lo sucedido y por lo que va descubriendo.

— Nunca dijo que no supiera nadar —repite una y otra vez, balanceándose de atrás a delante sin parar de tiritar. — Ni que se llamara Sheelly.

La agente le acerca la foto del contenido de la caja robada, esperando respuesta.

— Sí —dice señalando uno de los anillos—, reconozco éste.

— ¿Dónde lo ha visto? —pregunta la agente.

— ♪ En el fondo del mar ♪♫…

La canción, y su risa, desquiciada e histérica, llenan de irrealidad y sinsentido el muelle.