Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Héroe y traidor - por Gastón

-Sí, todo llegó a su fin, y en todo buen final, siempre el criminal paga por lo que hizo. ¡Que se lo coman los peces!
−Espera, ¿final? –Exclamó lentamente el viejo Jaco, agitando la cabeza, mirando fijamente al escuálido grumete– Pero si acabas de decir que aún no se sabe quién es el que ha robado los…
–¡Ciertamente!, ¡no se sabe!, lo acabo de decir, ¡sé muy bien lo que acabo de decir! –Chilló fuertemente con voz de niño– Ahora si me disculpa señor, tengo labores que cumplir.

Quizás porque se avergonzó del tono de su voz, quizás porque se dio cuenta que había hablado de más, enderezó la espalda, levanto la frente y salió precipitadamente.

–¿Escuchaste lo que dijo ese niño, querida? A la juventud actual no se le puede contrariar, saltan como truchas, ¡Qué falta de respeto!
–¿Pero qué esperabas? –Dijo sonriente Doña María– Te darás cuenta de que es muy joven como para saber esconder su dignidad, bajo el nombre de la República.
–Pero, ¿qué insinúas mujer?, –Le pregunto abriendo enormemente los ojos, apenas cerrando la boca, como una verdadera trucha– El mismo Capitán, que en paz descanse, dijo que confiaba plenamente en su tripulación, y estaba seguro que ninguno podía ser el traidor.
–Sí, eso fue lo que dijo –Le respondió con una dulzura casi maternal.

Francamente fastidiado, el pobre Jaco, decidió que mejor sería tomar la pospuesta siesta, en lugar de ponerse a discutir con grumetes irrespetuosos o esposas condescendientes.

Cuando se despertó, no vio a nadie a su alrededor, encontró una nota, “No quise despertarte, pero quería ver una vez más al Capitán”. Don Jaco leyó lentamente, luego, con mucha calma, sin muchas ganas, comenzó a levantarse del sofá. Salió al pasillo, caminó gravemente, paso frente a los camarotes de los demás pasajeros, llego al salón principal.

–Señor Ministro, buenas tardes –Dijo protocolarmente, con voz suficiente para que le escuchara desde el otro extremo.
–Buenas tardes –dijo, con tono formal, y cierta petulancia.
–Señor Ministro, dispense que le importune con una pregunta, pero si las cartas robadas son tan importantes, ¿por qué vamos a parar en Puerto Vallarta?, ¿no podría aprovechar para escapar el ladrón, o al menos darle los documentos a algún otro conspirador?, además es claro que es muy peligroso y no duda en matar.
–Confío plenamente en que lograremos recuperar los documentos antes de que lleguemos a Puerto Vallarta, es nuestro deber preservar la seguridad, pero sobretodo la honra de nuestra patria –Respondió secamente el Ministro– Ahora, si me disculpa, tengo más deberes que cumplir.

A travesó todo el salón, paso al lado de Don Jaco, pero ni siquiera se dignó a despedirse nuevamente de él, ni siquiera le pareció necesario mirarlo.

Salió casi después de él, camino bamboleante hasta el salón de popa, ya estaban retirando el cuerpo. Se acercó discretamente a su mujer, y camino a su lado hasta la borda desde donde dejarían caer su cuerpo al mar.

Era un espectáculo muy solemne, ¡no era para menos! El Capitán Soza había sido un héroe de la patria, nadie podía tachar su rectitud y valentía. El Ministro puso una bandera de la República sobre él, y pronuncio otro solemne discurso loando la valentía que había tenido al ofrendar su vida. Hablo también del traidor, y no escatimó en improperios terribles, los dijo con mucho odio y rencor, como si lo tuviera enfrente de él.

Finalmente el cuerpo del capitán calló al mar, junto al atardecer, en medio del rugir de disparos de honor.

A la mañana siguiente Doña María se despertó, y no encontró a su esposo a su lado, al poco rato este entraba por la puerta con una sonrisa sincera y la bandeja de desayuno.

–¡Querida!, ¡Los han encontrado! –Le dijo sin dejar de sonreír
–¿Los documentos?, ¿Quién los robo? –Respondió tranquilamente la anciana mujer.
–No se sabe, los encontraron en la madrugada en uno de los botes salvavidas, pero tranquila, estoy seguro que no tardaremos en encontrar a esa sucia rata traidora –Recalco apretando el puño– Además, ¡debe ser castigado por la muerte del Capitán!
–Muy conveniente final… –Es muy conveniente que nadie haya visto al “traidor” tratando de escapar, tan conveniente como que nadie viera cuando mato al Capitán, pensó calmadamente Doña María.
–¿Conveniente, de qué hablas mujer?
–De nada querido, no me hagas caso.

Ciertamente el grumete tenía razón, el heroico traidor había sido castigado, y se lo comerían los peses, se dijo Doña María, antes de taparse nuevamente con las sábanas.