Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Lady Victoria - por Patricia

Web: http://deprincesasymeigas.com/

Leyendas existen desde que el ser humano recuerda. Historias fabulosas que estremecen, conceden moralejas y, algunas, son ciertas.

Nunca existió un barco como aquel, el bergantín más bello y más veloz jamás construido. La envidia de muchos, el orgullo de 127 tripulantes. Se decía que verle navegar era como contemplar una danza entre el navío y el dios de los mares. Infundía en quien lo comandaba la bravura y la intrepidez de mil hombres; y en el que osaba enfrentarse a él, el temor de mil pesadillas. En la noche, varado en puerto, reflejándosele la luz de la luna y las estrellas, creías que te miraba altivo, sabiéndose superior, sabiéndose único entre todas las criaturas existentes. Y lo era, de una forma que nadie alcanzó a vislumbrar, del mismo modo que ignoras el día en que la muerte saldrá en tu busca.

Aquel bergantín tenía alma y nombre de mujer y, como tal, amaba. Amaba profunda y obstinadamente aquello que le era más preciado. 127 marinos que la mantenían hermosa, que la adoraban, que se sentían dichosos cruzando las aguas sobre su cubierta, protegidos bajos sus velas. Por ella eran capaces de desafiar cualquier tormenta, de enfrentarse a cualquier saqueador, de llevar mercancías donde nadie osaba; tan engrandecidos se sentían en los brazos del otro.

Se pertenecían, como amantes irracionales, con esa locura de los amores imposibles que tarde o temprano encuentran su trágico final. El día que decidieron adentrarse en las frías aguas más allá del norte lo hallaron. El océano se convirtió en hielo mucho antes de que en sus barbas y pestañas se congelara el húmedo aire. Y entonces ya fue tarde. Quedaron atrapados sin poder avanzar, sin poder retroceder, en medio de la helada inmensidad.

Cuando el orgullo cedió a la desesperación, unos pocos partieron en busca de ayuda. El rescate llegó tres días después y uno a uno abandonaron el barco. Lo que para los tripulantes fue la salvación para el bergantín fue una condena. Se llevaban su mayor tesoro, la despojaban de lo que más quería, la única razón de su existencia. ¿Cómo consentirlo? No pudo. Su amor se reveló transformado en furia, desatando la más terrible tempestad. El hielo se abrió tal y como lo harían las fauces del infierno, y bajo él perecieron 127 navegantes y quienes osaron acudir en su auxilio. Ella quedó a la deriva, portando una pena tan grande como solo lo es la que está teñida de culpa, esa que te hace preferir olvidar, esa que se torna locura.

Aún navega sin rumbo, buscando aquello que cree le robaron. Lo ve en cada navío que encuentra a su paso, en cada buque, en cada pequeña embarcación. Y, como amante enajenada, desea recuperarlo. Así que no olvides este relato, pues si en el mar perdido te hallas, ruégale a tu suerte, que el Lady Victoria no te encuentre.