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DIPLOPÍA - por GAIA

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte. Doy fe de esto ya que yo soy mi doble.

A ver si me explico, no es que tenga un hermano gemelo, soy único hijo. Es que esta insólita historia me ocurrió.

Era la hora del corre y corre, la hora del almuerzo. Salí con prisa devorando un suculento sándwich preparado por mi mujer a buscar a mi hijo al aeropuerto.

Hacía más de un año que no lo veíamos y tanto su madre como yo estábamos muy nerviosos pues había avisado que vendría con un amigo africano con quien había entablado muy buena amistad en la universidad.

Los recogí frente al terminal. Durante todo el camino a la casa nuestro huésped fue relatando en perfecto castellano cómo conoció a mi hijo y lo feliz que se sentía de que lo recibiéramos en nuestro hogar.

Mi hijo fue un anfitrión espectacular. Se dedicó a mostrarle a nuestro visitante todos los lugares históricos de la ciudad y de presentarle a sus amigos de la infancia. La casa se llenó de risas, bailes y aromas culinarios. Nuestro huésped se encargó de hacernos saborear los más exquisitos platos de varias regiones del continente negro.

Kunta, de huésped, se convirtió en el anfitrión perfecto. No sólo ayudaba en los quehaceres del hogar, sino que también organizó fiestas y reuniones en casa de los vecinos. Como todo lo bueno termina rápido, llegó la hora de irse y lo llevamos al aeropuerto.

Entre abrazos y una lágrima que otra se bajó frente al terminal donde antes lo habíamos recibido.

El ambiente en la casa tenía dejos de tristeza y de soledad. Tanto mi mujer como mi hijo parecían zombies caminando del comedor a la sala y de la sala a los dormitorios. Se sentía que los rayos del sol se negaban a entrar por las ventanas. En las madrugadas nos encontrábamos en la cocina consumidos por el insomnio. Kunta dejó una ola de inercia en todos nosotros. Sus nuevas amistades nos llamaban a diario para contarnos su enorme nostalgia.

No podía permitir que la melancolía se adueñara de mí. El muchacho había llenado la casa de alegría y amor, pero, ¿qué verdaderamente nos pasaba?, no era para tanto. La familia no podía tambalear y mucho menos yo. Tenía que encontrar una solución.

¿Tenía? ¿Verdaderamente me importaba tanto, o mejor esperaba que el tiempo lo curara todo? ¿Y si llamaba a Kunta y le pedía que regresara por unos días?

-Pa, el chico no tiene móvil, me dijo mi hijo. No lo notaste ya que nunca llamó a nadie.

¿Y su familia, dónde vive? Le pregunté.

-Sólo hablaba de su padre. Se llama Kunta también y es alguien importante en el mundo espiritual de su país, es lo único que sé, me contestó mi hijo.

Han tocado a la puerta y me apresuro hacia ella pensando que es el cobrador del periódico.

Abro y me quedo de una pieza, soy yo al otro lado de la puerta. Yo con la piel oscura, el pelo rizado y la nariz ancha. Yo buscando a mi doble, que soy yo mismo. Yo que me extiende los brazos y me besa la frente, yo que me aprieta contra su pecho.

-Hermano, me dice -Soy Kunta, el padre…

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6 comentarios

  1. 1. Dante Tenet dice:

    Gaia :

    Lindo el relato, al principio no me sonaba cierta tanto desazon en la familia por la partida de Kunta, pero en el final, que ademàs queda abierto todo encaja.

    Me gustò –

    Nos seguimos leyendo – estoy en el 158

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 21:09
  2. 2. Maria dice:

    Me gusta la historia que cuentas y el personaje de Kunta, además dejas un final abierto de manera que te quedas con ganas de más.
    Un saludo

    Escrito el 18 noviembre 2016 a las 15:26
  3. Hola,Gaia:
    Un relato con un vuelco inesperado que hace que te rompa la idea que te vas haciendo a lo largo de su lectura, donde parece una historia con un hilo que fluye como en un cuento sencillo donde nada parece difícil de comprender, hasta que llega el final.

    Buena imaginación.
    Un saludo

    Escrito el 18 noviembre 2016 a las 16:36
  4. 4. Sira dice:

    Gaia muy original tu relato, definitivamente no me esperaba el final y tampoco entendía el por qué de la tristeza de la familia.

    Solo me perdí un poco en el último párrafo, y me confundí un poco con el Kunta que llama a la puerta, era su hermano gemelo o era su padre?

    Es un relato fácil de leer y con un buen final.

    Saludos
    Sira

    Escrito el 18 noviembre 2016 a las 17:25
  5. Hola, Gaia, gracias por tu comentario a mi relato. He leído tu cuento con mucho interés hasta el final. La escritura es fluida y no se atasca en ningún sitio, sin estridencias ni sobresaltos. Uno se deja llevar por la armonía y los buenos sentimientos que rezuman los personajes, y luego llega el final, que culmina la hermandad y unión entre las razas. ¿Que mejor unión que ser la misma persona?
    Un saludo.

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 23:17
  6. 6. Ratopin Johnson dice:

    Hola Gaia,

    Interesante, surrealista y original. Yo he entendido que la familia africana eran “ellos” o como si fueran ellos, por decirlo de alguna manera. La marcha de Kunta hijo les deja tristes, o sin “algo” importante, porque es otro hijo. Pero no solo después del periodo en su casa, que se ha convertido en uno de ellos, para mí estaban enlazados antes, de un modo, sí, surrealista. Luego la aparición de Kunta padre es cuando llegan las preguntas que nos hacemos los lectores que no tienen respuesta lógica, imagino. ¿Tiene algo que ver que Kunta padre sea un líder espiritual en su país con toda la historia? ¿Continuará?.

    saludos

    Escrito el 4 diciembre 2016 a las 14:23

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