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Panem et Circenses - por Samanta

Como cada domingo, allí nos encontrábamos reunidos. Todas las tardes de domingo, desde incluso antes de que yo naciera, el pueblo entero se congregaba alrededor del fuego y, durante una sola tarde, todos los problemas ardían junto a la madera de cedro que alimentaba las llamas sin descanso.
Recuerdo haber crecido con el sonido del crepitar de los troncos y el penetrante olor de las brasas, pero sobretodo recuerdo las sombras. Por muy horrible que hubiera sido la semana, por muy duro que hubiera trabajado durante toda ella, por mucho frío o calor, lluvia o viento, el solo recuerdo de aquellas sombras que existían exclusivamente tras el papel con el único propósito de narrar una historia merecía sin duda todo el esfuerzo y el cansancio.
Cada tarde de domingo, toda la comunidad se reunía y tras el papel se fundía con la historia que contaban aquellas sombras chinas y durante solos esas horas todos los problemas, el hambre, el cansancio, la enfermedad, la penuria y la falta de ayuda por parte de los que podían y no querían se transformaban en un gallardo príncipe, un feroz dragón o una bella princesa.
Tan concentrados como estaban todos, no vieron como yo una sombra, una real, que de soslayo se escapó a mi lado. Como en un sueño en el que simplemente te dejas llevar sin poder ni querer decidir, el viento ahumado me llevó a seguirla.
Así pues, me levanté, salí y la perseguí hasta que por fin la encontré y tras unos segundos que tardaron mis ojos en acostumbrarse a la nueva luz, aún desde lejos, vi como la sombra se tornaba en una hermosa joven. Con la luz de la luna chocando contra ella recordándome al agua transparente que choca contra las rocas marmoladas con suavidad y mimo su piel era como el terciopelo, sus cabellos hilos de platino y su kimono de seda; era el ser más puro y perfecto que había visto nunca. La seguí observando largo rato hasta que, al final, se dio cuenta de que la estaba mirando.
Me sorprendí e incluso me asusté, no adivinando su reacción. No obstante, ella únicamente me miró, rio, se dio la vuelta y se marchó.
Yo sin embargo quedé largo rato mirando el oscuro y profundo vacío que había dejado su ausencia. Tal vez por el cansancio, tal vez por las ilusiones que crean la mezcla de la luna, la noche y las sombras, su sonrisa me heló la sangre. Traducida en palabras, esa sonrisa era un susurro claro y conciso que rezaba así: tu piel es como la corteza de los árboles, tus cabellos hilos de esparto y tu ropa de algodón y hollín.

Esas palabras, aunque sólo imaginadas por mí, resonaron en mi cabeza como si de verdad alguien las hubiera pronunciado en voz alta, retumbando y asolando cualquier atisbo de felicidad o esperanza que me hubiera alimentado alguna vez.
Las volví a escuchar una y otra vez, recordándolas sin cesar en mi cabeza, como un eco que con cada repetición se hace más fuerte y esclarecedor; y entendí escondido en aquella sonrisa un mensaje que aún oculto todo el mundo sabía pero que nadie quería escuchar: con tu sudor y sangre pagas mis lujos y, a cambio sólo te tengo que proporcionar las migas que a mí me sobran y esperanzadoras historias de aventuras que nunca vivirás. Quédate con tu juego de sombras que yo me quedaré con mi kimono de seda.
Sabía perfectamente que a cualquiera que se lo dijera lo entendería así, pero era una verdad tan horrible de asumir que simplemente no lo hacía, no lo hacíamos. Por este motivo, miré al cielo con una lágrima corriendo por mi mejilla y volví a entrar a acabar la obra. Al final, mordisqueando la parte sana de una manzana medio podrida, olvidé lo sucedido y seguí disfrutando del espectáculo como cada domingo por la tarde, como todos los demás.

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4 comentarios

  1. 1. Otilia dice:

    Hola Samanta,
    Gracias por leer, por el tiempo para comentar y por las aportaciones que tendré en cuenta.
    La idea de tu relato me ha gustado. Es una critica sobre el modo de vida alienante que podemos aplicarla a nuestra querida sociedad actual.
    He aprendido en Literautas que no debemos repetir palabras, domingo, tarde, y, historia, sombras, sonrisa… Si utilizas sinónimos darás más fluidez a la lectura.
    La frase “…volví a entrar a acabar la obra”, me ha sacado de la lectura. Intenta expresarla de otra forma.
    Samanta, solo es mi opinión.
    Buen trabajo. Nos leemos.
    Saludos.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 12:50
  2. 2. Félix Acereda dice:

    Hola Samanta, me gusta mucho tu texto porque es muy íntimo, contado en primera persona. Lo he releído y me da la sensación de moverme en un mundo onírico, con figuras cuyo significado no entiendo del todo: Sombras chinescas, la figura de una mujer, un sentimiento de frustración…
    Seguramente hay muchas claves en tu imaginación que no has desvelado. El mundo distópico se pierde en una maraña que es difícil de desmadejar, en un certero ambiente de oscuridad, fuego, sombras y olores de madera quemada.
    Enhorabuena por tu texto, te aseguro que para el próximo reto voy a apuntarme leerte inmediatamente.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 17:05
  3. 3. Teresa Mateo Arenas dice:

    Hola, Samanta, me ha gustado tu relato, es un grito a los que tienen el poder y solo viven para sus lujos, entiendo que es una critica a la sociedad más inmóvil que se aborrega y no lucha por sus derechos.
    Te digo como la compañera, aunque yo no soy quien para dar consejos, apenas estoy aprendiendo, pero es verdad que da más fluidez utilizar sinónimos.
    Muy bueno, nos seguimos leyendo.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 17:20
  4. 4. Jess Zyan dice:

    Que impresión.
    Tu relato sí que me dejo con la boca abierta, Samanta. Sobre todo por el final tan peculiar con que cierras.

    Y el uso de la primera persona, ¿Qué te puedo decir? Me gusto mucho ese toque personal que le diste a tu narración, sobre todo por las situaciones que relata tu protagonista y como es que ve lo que ocurre a su alrededor. Ese tipo de detalles los valoro mucho. Siento que le dan un extra a las historias.

    Muchas felicidades por este texto tan bien logrado.
    Por cierto, el título que le diste le queda como anillo al dedo.

    Escrito el 25 mayo 2017 a las 03:50

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