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El hombre más viajado del planeta - por N. Elery

“Y tú, ¿cómo te ganas la vida?” le preguntaban. Cada vez que le decían eso sonreía. El señor Fedren siempre sonreía. “La vida no se gana, hijo, la vida se vive” les solía responder él. El señor Fedren vivía la vida; la vida de un pirata, la de un historiador de la época de Napoleón, la de un viejo mago que vivía en un castillo encantado lleno de fantasmas… el viejo señor Fedren las vivía todas y era feliz haciéndolo.

Antiguo profesor de lengua, el anciano, vivía para y por las palabras. Él creía que cada libro llevaba consigo un trocito de alma perteneciente a su escritor. Pensaba que algunas personas habían nacido para regalar pedazos de su alma, para que la gente que careciese de esta, llenase sus corazones. Por eso, cada vez que acababa un libro, el señor Fedren sentía una sensación reconfortante.

La casa en la que vivía era grande, con los suelos de madera, silenciosa y oscura. Cada habitación estaba repleta de cajas de cartón llenas de todo tipo de objetos. Parecía que el viejo anciano no hubiese movido nada en todos los años que llevaba viviendo ahí. Aquella casa en la que apenas se veía entrar nadie, estaba repleta de libros. Desde libros de aventura hasta libros autobiográficos. El anciano los guardaba en baldas, apilados junto a la mesa de café del salón, encima del viejo piano que hacía años que no cantaba para él o dentro de las muchas cajas de cartón anteriormente mencionadas.

Aquella mañana, el viejo profesor se despertó encima del sillón de cuero con orejas que utilizaba para leer. En su regazo, descansaba un libro abierto; el mejor libro escrito jamás. Sus ojos cansados miraron a los rayos de sol que se filtraban por entre las persianas. No, hoy tampoco las iba a subir. Se dirigió a la cocina a preparar la cafetera. En cuanto el café estuvo hecho, se lo vertió en una de sus muchas tazas blancas y pegó un sorbo. Sabía a oxidado. Volvió a sentarse en el sillón de cuero en el que había amanecido y se quedo mirando a la nada; a las sombras que se proyectaban a causa de la poca luz de la mañana que entraba en aquella habitación. “Es curioso como las sombras se relacionan con la oscuridad cuando se necesita luz para poder crearlas, para que se proyecten, como aquellos amigos silenciosos que siempre nos están siguiendo. Quizás es porque sean un trozo de oscuridad en este, nuestro mundo lleno de luz. Un trozo de oscuridad necesaria. Nos recuerdan quiénes somos y que todo no es un camino de rosas en esta vida. Que cada uno tiene sus defectos y su lado oscuro por decirlo de alguna manera” pensó el señor Freden mientras tomaba otro sorbo de aquel café.

El timbre devolvió al señor Freden a la realidad. El anciano se levantó y caminó hacia la puerta. Cada día le costaba más andar. Sus pasos, cortos e inseguros, hacían que le costase avanzar.
Abrió la puerta dejando una rendija lo bastante ancha como para que el cuerpo de la joven se pudiese escurrir cual lagartija. Después, en un movimiento rápido, la volvió a cerrar, asegurándola con las muchas cerraduras que tenía.

– ¿Qué tal estas? –una sonrisa se dibujó en la cara redonda de la chica mientras pronunciaba esas palabras.

– Bueno, ya sabes, sigo perdiendo la vista. Sabes que nunca dejaré de leer porque es una de las dos únicas cosas que me da la vida… tú, hija mía, y los libros me la dais. Seguiré viajando por sitios que nadie nunca ha visto. Seguiré escalando montañas imposibles y conociendo personas increíbles. Seré el hombre más viajado del planeta. – dijo Freden levantando la vista del suelo.

– Tú ya eres el hombre más viajado del planeta. Eres capaz de hacer que las paredes de tu casa caigan sin moverte del sillón. Eres un genio, papá. – le respondió.

– Un genio que nunca verá el sol más que por las rendijas de estas ventanas.

– No dejes que te venza. Podríamos intentar salir fuera juntos, yo te ayudo.

– La agorafobia no perdona. El año que viene, tal vez.

El viejo señor Freden, se volvió a sentar en su sillón de cuero y que quedó mirando a la nada en silencio, observando las horas pasar, notando como se le llenaba el corazón.

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3 comentarios

  1. 1. Servio dice:

    Interesante. Agorafobia. Me gustó.
    Felicidades!

    Escrito el 29 junio 2013 a las 01:42
  2. 2. Carlos Dauro dice:

    Un inicio arrollador y un final apropiado, mientras que por el medio no puedes dejar de querer saber más. Enhorabuena.

    Escrito el 30 junio 2013 a las 08:27
  3. 3. Teresa dice:

    Me gustó mucho todo el desarrollo, y no tanto el final, esperaba algo diferente. Muy bueno.

    Escrito el 5 julio 2013 a las 18:07

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