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Un libro para viajar en el tiempo - por Dorothy

El hombrecito del sombrero de cuadros levantó la vista del mostrador cuando escuchó las campanillas de la puerta. Por fin un cliente. No estaba siendo una buena mañana: tan solo había entrado otra señora, preguntando por un libro de recetas de arroz. El hombrecito le había vendido un fabuloso ejemplar encuadernado en piel de Risotto y basmati, pero a este paso no iba a poder pagar las facturas de la luz.
Con su mejor sonrisa, el hombrecito del sombrero de cuadros recibió al visitante. Se trataba de un niño pequeño, pelirrojo y con una bufanda verde bien anudada al cuello. No solían entrar muchos niños en la librería. El hombrecito suponía que era porque preferían jugar a leer, de modo que siempre le hacía ilusión que entrara alguno a comprar un libro.
—Buenos días, pequeño. ¿En qué puedo ayudarte?
El niño le sonrió, mostrándole un gran espacio vacío entre los incisivos superiores.
—Quiero un libro para viajar en el tiempo.
El hombrecito del sombrero de cuadros alzó las cejas, sorprendido. Solían pedirle cosas extravagantes, pero nunca antes se había encontrado ante una situación semejante.
—¿Para viajar en el tiempo, dices? ¿Y de dónde has sacado esa idea? —preguntó, con franca curiosidad. A pesar de todo, el niño le seguía pareciendo adorable.
—Mi padre dice que toda la sabiduría del mundo está en los libros. Y yo quiero viajar en el tiempo. ¿Tiene usted un libro para viajar en el tiempo?
—Vaya, ¿y para qué quieres viajar en el tiempo?
—Porque quiero ver dinosaurios —respondió el chiquillo, muy serio.
El hombrecito del sombrero de cuadros no pudo evitar sonreír.
—Lamentablemente, no tengo ningún libro para viajar en el tiempo. Pero tengo algún libro sobre dinosaurios, si estás interesado en ellos.
El niño parecía muy desilusionado.
—Vaya —dijo solamente.
—Pero, dime, ¿no quieres leer sobre los dinosaurios, mientras encuentras ese libro que te permita viajar en el tiempo? Así sabrás más sobre ellos cuando los veas por fin.
El niño enrojeció violentamente.
—Es que no sé leer. Pero dice mi padre que este año me enseñarán en la escuela.
—Oh. Entonces lo mejor será que esperes a aprender a leer bien para seguir buscando ese libro, ¿no crees? El libro para viajar en el tiempo.
—¿Cree usted que encontraré ese libro?
—Bueno, yo puedo hacer algunas preguntas por ahí… No sé, a lo mejor descubro algo. Si encuentro tu libro, te lo traeré a la tienda. Para que, si vienes otra vez, pueda vendértelo.
—¿De verdad? ¿Y cuándo cree usted que será eso?
—El año que viene, tal vez. Cuando sepas leer, pequeño. Y de todas maneras, si no he conseguido encontrarlo, podríamos buscar alguna otra cosa que te interesara. Tengo unos preciosos libros de cuentos en la trastienda.
El niño pareció recuperar la ilusión.
—Muchas gracias, señor. ¡Volveré el año que viene!
Cuando el pequeño pelirrojo se marchó, el hombrecito del sombrero de cuadros sonrió para sí. Probablemente le costara pagar las facturas, pero verdaderamente le encantaba su trabajo.

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