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DE SER TODO A SER NADA ES LA MALDITA CUESTIÓN - por Vivir soñando

El autor/a de este texto es menor de edad

Levantó la cabeza mientras miraba a su alrededor. Se había quedado dormido delante de toda la gente que en esos momentos estudiaban en la biblioteca de la universidad.
Ya eran muchas las noches en las que se quedaba despierto por tener que acabar proyectos o pensando en otras cosas que no le dejaban dormir. Sabía, sin duda, que se le notaban las ojeras y todos los cafés que llevaba encima.
Los grandes ojos verdes que iluminaban su cara y dejaban traspasar su fuerte carácter, vieron como poco a poco una chica morena se acercaba hacia él. Cogió las gafas de pasta que se había comprado la semana pasada, ya que las antiguas sufrieron un accidente, y observó de quien se trataba mientras su sonrisa se iba volviendo más realista y amplia.
-Buenos días Bruno, ¿estudiando como siempre no? ¡Eres todo un empollón!- afirmó la chica que acababa de acercarse con tono jovial.
-Así es- contestó.
-Son casi la una del mediodía, ¿Qué te parece si vamos a comer algo a la cafetería?
-De acuerdo, pero mejor te llevo a un bar nuevo que han abierto y que es muy curioso. Seguro que te encanta.
Bruno recogió todos los apuntes, cuadernos y bolígrafos que tenía esparcidos por la mesa donde se encontraba y, después de que ambos se despidieran de la bibliotecaria con un “Adiós”, desaparecieron del lugar tomando protagonismo en otra zona.
“Bienvenidos al nuevo bar hecho para los estudiantes” era uno de los carteles que colgaban de la puerta mientras que en otros se anunciaban clases de repaso o quedadas de distintas universidades en lugares concretos.
-Menudo lugar más…. ¡estudiantil! –gritó nada más entrar en él la invitada.
Bruno asintió con la cabeza mientras se sentaba en una mesa con la acompañante y pedían algo.
-El lugar es muy bonito-dijo Bruno- Además, no sales del ambiente de estudio porque sales de una biblioteca para meterte en un bar donde sólo el numero de metros cuadrados es mayor a la cantidad de libros que tienen las estanterías.
Ella esbozó una gran sonrisa con carcajada incluida. Ese chico que tenía delante suyo era divertidísimo y no le importaría tener una cita con él más particular e íntima.
-Oye, ¿Qué te parece si quedamos para cenar esta noche y salimos para despejarnos?
-Hay mucho que estudiar, pero confirmo mi asistencia. Es lo mejor disfrutar por la noche y dormir por el día, después si hay tiempo pues se estudia.
Un conjunto de carcajadas salieron ahora de la boca de ella mientras el camarero dejaba sobre la mesa un café para él y una Coca-Cola para ella.
Estuvieron charlando durante un extenso rato principalmente de la universidad o, como ellos la llamaban, la “Uni”.
-Perdona Bruno, no puedo esperar hasta esta noche para comentarte algo.
-Dime eso que es tan importante o así suena.
-Verás, llevamos muchos años juntos, me refiero, como amigos-los colores de las mejillas pasaron a ser más llamativos-podríamos brindar porque esta amistad se mantenga y… porque podamos seguir juntos muchos días más. ¿Te parece?
Él, la miró con cara de extrañado cuando ella empezó a sudar y a ponerse tan roja como un pimiento mientras seguía hablándole y enrollándose con lo de seguir siendo amigos.
-Espera Ana. No sigas hablando de algo si realmente quieres terminar diciendo que me quieres. ¿No?
Las mejillas volvieron a su color original y, mientras se secaba el sudor de la frente y tragaba saliva, asintió con la cabeza simulando un “Sí”.
-Bruno no sabía cómo decírtelo de verdad para mí es una cosa complicada…
-Tranquila, toma aire y relájate. Disfruta del momento que no se vive todos los días.
Esa última frase le hizo volver a esbozar una sonrisa ya más relajada y convencida de su buena actuación.
-Ahora que ya estás más tranquila, quiero decirte que el año que viene, tal vez sea el momento de hablar todo esto ya que en estos momentos quiero mantenerte como amiga pero, de relación sentimental no quiero nada contigo.
-No te preocupes- dijo con una sonrisa mientras se despedía de él- Espero que nos volvamos a encontrar y sea entonces el año que viene cuando me digas, en la misma mesa al lado de la estantería de los libros de amor, la respuesta que me encantaría oír.
Sin una sola palabra más y, después de pagar la cuenta al camarero que les había atendido, Bruno abandonó el local siguiendo sus pasos para seguir estudiando, si pudiera, lo que antes había comenzado.

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