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El año que viene, tal vez - por Eliza

El autor/a de este texto es menor de edad

Amelia se balanceaba en la punta de su zapato izquierdo esperando que sus dedos rozaran con el infame libro que había estado buscando desde hace mucho; el cual, se dignaba a esperar sentado en la estantería más alta de la tienda de campaña que hacía de pobre excusa de una librería, a falta de un lugar más apropiado donde poner los libros en vez de dejarlos a la intemperie. Miró a ambos lados para comprobar que nadie se hallaba adentro, luego a las viejas estanterías; parecían firmes, aunque el roble viejo aún no le daba tanta confianza como para valerse en él más de la cuenta, se atrevió poner el pie en la estantería más baja para impulsarse. Ya casi…un, dos, tres topecitos; nada, apenas si lo había movido. Incluso pensó que lo había puesto más al fondo. Respiró exasperada y tomó valor, esta vez, para subirse a la segunda repisa del librero. Hasta que al fin. Crack. Esto no está bien. Crunch- crack. ¿Por qué sigues parada aquí? Sin pensarlo más saltó a lo que creía la seguridad del suelo, solo para toparse con algún incauto que pasaba por allí, tirándolo al suelo sin ceremonia.
– Disculpe, lo siento. No sabía que estuviera detrás de mí – dijo ella, completamente sonrojada de vergüenza.
– No hay problema, la verdad es que también andaba distraído – dijo el personaje aún tirado en el suelo haciendo ademán de levantarse. La cara del joven se descompuso ligeramente de dolor al tocar su espalda; ella, creyéndolo herido, se dispuso a ayudarle.
– No hace falta, es solo que esta mochila pesa más de lo que recordaba hace dos segundos; ojalá viajara más ligero.
Fue cuando ella se dio cuenta de cómo iba vestido. Usaba el típico guardarropa de un turista: pantalones cortos, polo de algodón con algún motivo local, gorra y lentes de sol; ah sí claro, esto no estaba completo sin sandalias… ¿de playa? ¿Qué hacía alguien vestido así en la Feria Anual de Libros? Mientras Amelia se concentraba con su examinación, él poco a poco comenzó a recobrar la compostura, se sacó los lentes para guardarlos en su bolsillo y recogiendo su mochila le dijo:
– Creo que no necesito decir que no soy de aquí.
Ella lo miró con sorpresa. Claro, no es común quedarse observando a una persona como si fuera atracción de circo, así como no es común viajar tres horas en avión solo para encontrar un libro.
– Lo lamento, en serio. Es que no me imaginaba que se podía entrar al evento en sandalias… es decir… ¡no!, hay Dios, ¡lo siento otra vez! No es mi intención ofenderlo, es que…
– No hace falta, enserio – dijo conteniendo una sonrisa, por demás, encantadora.
– ¡Alex! ¡A la hora que te encuentro! El auto está afuera, ven, te ayudo con tus cosas – dijo un extraño con ropa tan desencajada para la feria como quien estaba enfrente suyo, solo que esta vez iba acompañado de un no muy sutil acento extranjero.
– Buenos días señorita- dijo al llegar junto a ellos – lamento interrumpir su conversación, pero llevo una hora tratando de localizar a Alex entre este gentío. Aparentemente no encontraste el libro, o si lo encontraste no pudiste pagarlo; encontramos tu cartera en la mochila de Susan.
– Con que ahí estaba – dijo algo aliviado y volviéndose a ella agregó, esta vez, con una sonrisa amistosa – Lo siento, es mi turno de disculparme; pero tengo que irme, fue un placer conocerla señorita…
– Amelia – dijo extendiendo la mano en señal de saludo, él la tomo y la sacudió levemente.
– Alex. – Después de pensar un momento en lo que iba decir, añadió – Espero que no le resulte extraño, pero ¿quizás quisiera usted acompañarnos?
Sorprendida por tan inusual pedido ella respondió:
– Yo no… no creo que pueda acompañarlos. Es hora de que me vaya, se está haciendo un poco tarde.
– ¿Estará aquí mañana?
– No, verá usted, tampoco soy de aquí- La formalidad de la oración hizo que la mente de Amelia revoloteara en algunos recuerdos de novelas de época que había leído con gran fascinación en sus años de adolescencia.
– Supongo, entonces que esto es un adiós.
– Quién sabe, tal vez nos volvamos a ver.
– El año que viene, tal vez.
– Sí. Tal vez.

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