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El Tesoro de la Antigüedad - por Rubén

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Contempló de nuevo el maravilloso tesoro que había encontrado. Miles de libros atesoraban el mayor conocimiento jamás encontrado. Caminó lentamente, mirando de arriba a abajo las monstruosas estanterías llenas de libros de todos los temas y en todas las lenguas…

Uno de ellos le llamó mucho la atención. Lo miró unos momentos y con un movimiento indeciso lo tomó. El libro estaba escrito en el idioma de los Antiguos, quienes habían excavado la biblioteca en piedra, pero ahora estaban muertos, desde hace cientos de años. Se volvió hacia el mago.

Lo que vio lo sorprendió tanto que dejó caer el libro. Un cuerpo, quién sabe de quién, estaba de pie con un enorme mandoble en alto. Apenas tuvo tiempo de esquivarlo. Saltó al suelo y rodó mientras el gigantesco sable caía justo a un lado suyo. Miró con detenimiento al ser que se acercaba: un Antiguo, pero estaban muertos…

Las espadas volvieron a chocar, pero la fuerza brutal del Antiguo y su mandoble lo lanzaron hacia atrás. Chocó contra la estantería, a varios metros del Antiguo, pero éste se precipitó hacia él con una velocidad sobrehumana, para descargar un tajo mortal, que estuvo a punto de dejarlo sin vida. El espadón del Antiguo se quedó enterrado en los libros y Hawhair aprovechó la oportunidad y remató al Antiguo. Su espada se redujo a polvo, junto con el Antiguo, con todo y mandoble. «Así que sí mueren…» pensó Hawhair.

Su novia estaba luchando contra otro Antiguo, ¿o era el mismo? Los otros miembros de la compañía tomaban libros para inspeccionarlos, pero detrás de ellos aparecían más Antiguos. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia su novia, y mató de una apuñalada al Antiguo, esta vez retirando su cuchillo a tiempo, antes de que éste se redujera a polvo.

—Gracias —exclamó Naianara, la novia de Hawhair—, pero lo tenía bajo control.
—De no haber sido por mí, ahora estarías muerta.
— ¡Mira! Hay más, un ejército completo.
— ¿No es tu amiga la que se llevan los Antiguos? —preguntó Hawhair, algo intrigado.
— ¡Iryvia! —gritó Naianara.

Los dos corrieron hacia Iryvia, pero un grupo de Antiguos les bloqueó el camino. Naianara tenía un par de espadas, así que le lanzó una a su novio para abrirse paso a golpes de espada. Daeeren, el mejor amigo de Hawhair se unió en la persecución de Iryvia, pero los Antiguos que se llevaban a la amiga de Naianara entraron a un túnel.

—Planean hacer un ritual para revivir —les explicó Daeeren —, si no nos apresuramos todos los Antiguos despertarán, y eso no será bueno.

Súbitamente, el suelo comenzó a temblar tan fuerte que los libros volaron hacia todos los presentes hasta que las estanterías de más de veinte metros de altura se derrumbaron para enterrar a vivos y muertos. Hawhair, su novia y su amigo volaron sacudidos por la fuerza del terremoto, igual que los libros, hasta que todo quedó hecho escombros.

Hawhair se levantó en medio de los restos de la maravillosa biblioteca. Naianara estaba sentada entre unos libros rotos. De pronto, detrás de ellos los grandes libros del suelo y las pesadas piedras rojas que hacía unos segundos sostenían miles de libros comenzaron a moverse. Un Antiguo salió de entre los escombros. Hawhair y Naianara corrieron hacia él, pero tropezaron debido a la irregularidad del terreno. El Antiguo levantó el pesado mandoble mientras Hawhair y Naianara estaban atrapados en una trampa mortal, presa de los Antiguos. Todo estaba perdido.

El Antiguo cayó de espaldas, como si el espadón hubiera aumentado cien kilos. A los pocos instantes, se deshizo. Hawhair pudo ver a Daeeren, con un libro abierto.

— ¿Sabías que este libro puede controlar a los muertos, en este caso, a los Antiguos? —dijo Daeeren de pie, con una sonrisa en el rostro —. Observa con atención.

Cerca de donde se había levantado el Antiguo el suelo se empezó a mover. Iryvia ascendía de entre las piedras y los libros. Hawhair no creía esto posible hasta que asomaron las cabezas de los Antiguos cargando a Iryvia. Naianara corrió hacia su amiga, pero Hawhair permaneció donde estaba.

—Todo se ha perdido, amigo —exclamó Hawhair, cabizbajo —. Todo.
—No todo —dijo su amigo, aún sonriente —. La mayoría de los libros está intacta. Sólo haría falta leerlos. ¿Qué opinas?
—No lo sé, el año que viene, tal vez, que ha sido mucha emoción.
—El año que viene será, ten en cuenta que ahora tienes un ejército de Antiguos a tu merced. ¿Qué harás con ellos?
—Ya veré…

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